Debate

Meigas en el Senado

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, llega al Senado para ocupar su escaño en la Cámara Alta. /

El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, llega al Senado para ocupar su escaño en la Cámara Alta. / / EFE

Javier Aroca

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Se presentaba como si la sesión del Senado fuera un acto de generosidad del presidente del Gobierno. Una oportunidad brindada al jefe de la oposición para ir más allá de lo que dicen las encuestas, confirmándolas o solo dejándolas en la proactividad demoscópica, voluntarismo al que estamos acostumbrados en la campaña de apeo del actual Gobierno de coalición. 

En un escenario tan solemne como el Senado, asamblea de patricios o de personas graves y respetables, según el diccionario de la RAE. No ha sido así, ni Alberto Núñez Feijóo ha ido más allá de las encuestas ni el Senado ha mostrado gravedad, más bien un lugar ruidoso en donde su presidente ha tenido que llamar la atención a un miembro de su mesa, Rafael Hernando, cabecilla de la algarada.

Pedro Sánchez empezó institucional, didáctico y hasta empático. Sabe que tiene que inspirar optimismo, esperanza y desterrar el miedo, arma principal de su oposición. Siguiendo su propia estela tras el Estado de la Nación,  quiere mostrar proximidad a los intereses de los que más lo necesitan, a los que ha prometido una economía más responsable, con fortalezas reconocidas dentro y fuera de España.

Ingenuo con la guerra y sus causas. Ingenuo porque él sabe, se sabía, que la guerra de Ucrania es híbrida y Rusia iba a desplegar todo su poder energético, y en invierno, es la costumbre. Lo de los yates no iba a funcionar.

Núñez Feijóo no ha aprovechado la ortopedia del Senado a su cojera institucional. Su repertorio ha contenido lo mejor de la estrategia última del PP contra el Gobierno de coalición. No ha faltado Bildu, los independentistas, Podemos, ni centrar su presión  en la nerviosera que la "emergencia demoscópica", dijo, representa para Pedro Sánchez.

La desestabilización del Gobierno está en su agenda y para ello  también la emergencia energética, con Rusia y Argelia como ejes, no ha tardado en aparecer.

A final, descartado un adelanto electoral, Feijóo ha propuesto la destitución de ministros, la ruptura con los socios de investidura y hasta de la coalición de gobierno, proponiendo no se sabe si un Gobierno de concentración u otra cosa. Sin considerar que tal propuesta los anularía  como oposición y no parece que ayude a descomponer definitivamente el Gobierno. La estabilidad por uno y otro lado, uno, asegurándola, otro, poniéndola en cuestión, ha sobrevolado la sesión del Senado.

Sánchez se ha preguntado tras la intervención de Feijóo, por qué no aportan más y ha sacado su artillería. Ha arrinconado a Feijóo en el rincón del filibusterismo anticonstitucional con la renovación del CGPJ y Tribunal Constitucional, pero también en el de las energéticas, acusándolo de servirlas; dos de sus líneas de fuerza.

Sánchez ha ilustrado con muchos ejemplos la insolvencia de Feijóo. No hacía falta, se insolventa solo. Entre gritos y barullo, el esperado debate pasa sin pena ni gloria. No sabemos si Sánchez habrá inoculado optimismo pero viendo lo ocurrido,  miedo, como las meigas, hailo.

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