Artículo de Albert Soler

Matar a Joan Ollé después de muerto

Lo que le pedía el cuerpo a Natàlia Garriga era recordar que Ollé fue en vida un mal patriota catalán, pero debió considerar que eso era poco, porque cada vez somos más

Joan Ollé

Joan Ollé / Ferran Nadeu

Albert Soler

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En la magnífica 'Intemperie', el pastor interpretado por Luis Tosar entierra ceremoniosamente al sicario que poco antes le ha molido a palos y ha intentado matarle. El niño que le acompaña no entiende por qué no deja que se lo coman las alimañas.

–Algunos vivos no merecen respeto. Los muertos, todos –le explica Tosar, mientras deja caer un puñado de arena sobre la tumba que ha improvisado con unas piedras.

Eso vale para todo el mundo salvo, al parecer, para los lacistas, a quienes les importan un bledo los muertos, los vivos y todo lo que no sea su republiqueta soñada, en el sentido más onírico e irreal del verbo. Lo demostraron en el homenaje a las víctimas del 17-A, aprovechando el acto para hacer la politiquería habitual. Y lo ha demostrado la 'consellera' de Cultura, Natàlia Garriga, aprovechando la muerte de Joan Ollé para recordar en un tuit que fue acusado de acoso sexual y abusos, obviando, por supuesto, que la causa fue archivada y la denuncia acabó en nada. Lo que le pedía el cuerpo a Natàlia Garriga era recordar que Ollé fue en vida un mal patriota catalán, pero debió considerar que eso era poco, porque cada vez somos más. Entre quedar como una rencorosa y quedar como una rastrera, eligió lo segundo.

Al contrario del muerto de Tosar, Ollé merecía el máximo respeto como vivo y lo sigue mereciendo como muerto, pero qué va a saber la 'consellera' de respeto, si no se respeta siquiera a sí misma. Mira que es fácil ejercer de 'consellera' de Cultura en Catalunya, basta con dejarse fotografiar en algún sarao de vez en cuando y con repartir subvenciones a todo lo que huela a lacista, podría asesorarla su predecesora, Mariàngela Vilallonga, que aprovechaba cualquier acto para lucir zapatitos nuevos y ese fue todo su legado.

A Ollé se lo cargaron, primero metafóricamente y al final literalmente, por estar contra el procés. Es decir, por pensar, actividad repudiada por el lacismo, por todo lo que comporta. Como canta mi amigo Alfonso Vilallonga a la que pilla una guitarra o un ukelele por banda, «jo no sóc independentista, perquè sóc independent». Joan Ollé era independiente, así que fueron a por él cuando estaba vivo y siguen yendo a por él una vez muerto. Si Ollé hubiera sido lacista, nadie habría inventado aquella burda historia contra él. No solo eso: de haber sido lacista, quienes lo acusaron habrían mirado hacia otro lado aunque los hechos fueran ciertos. Casos ha habido.

Nada más fácil que cargarse a un hombre. Si las chicas del fútbol que al parecer quieren echar al seleccionador nacional, supieran ir por la vida como saben los lacistas, le habrían acusado de acoso sexual y tema resuelto, el pobre Vilda ya estaría buscando trabajo, por supuesto fuera del deporte. Ya se habrían encargado los bienpensantes de siempre y los periódicos del régimen de dar por ciertas las acusaciones y echarle basura encima, como hicieron con Ollé.

Tras escupir sobre el cuerpo aún caliente de Ollé, la 'consellera' remataba el tuit con «un abrazo a la familia y amigos», imaginé que refiriéndose a su propia familia y a sus amigos, así aprovechaba para saludarles. Resulta que no, que se dirigía a la familia del finado. Hay que estar siempre atento a que quien te abraza no lleve un puñal en la mano.

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