Obituario

Paco Granell (1944-2022), economista y europeísta

Fue quien, desde la Conselleria de Comerç, fichjó a Artur Mas para la Generalitat de Pujol

Francesc Granell

Francesc Granell

Joan Tapia

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Creo recordar que la primera vez que le vi fue en una reunión, a finales de los sesenta, en un altillo del desaparecido café El Oro del Rhin de la Rambla de Catalunya (esquina Gran Via). Granell habló críticamente, era un seminario del ilegal Sindicato Democrático de Estudiantes (Sdeub), del momento de la economía española. Era un tiempo en el que, como decía después un amigo: "Los del PSUC éramos el partido con más militantes en Sarrià-Sant Gervasi". Recuerdo bien aquella noche porque me impresionó su gran capacidad expositiva.

Seguí luego su carrera profesional, pero han sido los últimos veinte años cuando le he tratado más a fondo, tanto por nuestra coincidencia en la Real Academia de Ciencias Económicas y Financieras como porque vivíamos muy cerca, en Consell de Cent, y dejábamos el coche en el mismo párking. Coincidir con él y con Ernestina, su conversadora, divertida e inteligente esposa (fallecida hace dos años víctima del covid), era siempre una ocasión de comentar desenfadadamente la actualidad.

Granell empezó su carrera en el servicio de estudios de la Cámara de Comercio, presidida entonces por Andreu Ribera Rovira -empresario influyente del tardofranquismo que hacía 'lobby' en Madrid con el alcalde Porcioles y López Rodó- bajo la dirección de Francesc Sanuy. Y Sanuy, socialista desde el Liceo Francés, se lo llevó a la Generalitat como director general cuando fue nombrado 'conseller' de Comerc i Turisme en el primer Gobierno de Jordi Pujol. Y fue tanto en la Cámara como en la Generalitat, quizás aún más que en su cátedra de Organizaciones Económicas Internacionales, donde contrastó sus análisis con la realidad.

Granell era europeísta desde hacía muchos años y fue uno de los españoles que con entusiasmo se incorporó a las tareas de la Comisión de Bruselas cuando finalmente España entró en la Comunidad en 1986. Estuvo en Bruselas largos años (hasta hace poco conservaba allí un piso), aunque muchos fines de semana (de viernes noche a madrugada del lunes) los pasaba en Barcelona. Y su gran actividad en la Comisión, de la que se jubiló con el rango de director general, no le desconectó nunca de la realidad catalana y española.

Granell fue quien en los primeros años de Pujol fichó a Artur Mas para la Generalitat: "Me dijo Sanuy que le habían recomendado a un economista recién licenciado, que lo recibiera y que le diera mi opinión. Le dije que era un joven brillante, que hablaba idiomas y que nos podía ser de mucha utilidad. No pensé entonces que pudiera tener una carrera política, aunque es cierto que desde el inicio supo conectar bien con Marta Ferrusola".

No sé si Granell llegó a militar en CDC, pero no es lo importante. Su catalanismo, centrismo y europeísmo se debió encontrar cómodo en aquella CDC que quería a la vez más autogobierno para Catalunya y europeizar España. Jubilado de la Comisión y con su gran experiencia europea, seguía atentamente en sus habituales artículos periodísticos la evolución económica y política. No comprendía la conversión de CDC y del propio Artur Mas, al que respetaba y consideraba un amigo, al independentismo: "Es un hombre moderado y realista, un pragmático, no entiendo cómo puede apostar por la independencia. Catalunya solo puede progresar dentro de Europa, y por tanto dentro de España. Se lo he dicho y repetido, pero es inútil". Y Ernestina, que había colaborado con Mas en la 'consellería', compartía la decepción.

Granell no tenía miedo en tomar posición y explicar sus opiniones, siempre atentas a lo que pasaba en Europa y en el mundo. Tanto sobre el independentismo como sobre algunas derivas izquierdistas: "Estamos perdiendo el tiempo y posiciones". Últimamente era un gran crítico de la gestión de Ada Colau, a la que acusaba de estar destrozando Barcelona ,y por eso fundó, junto a Jacint Soler Padró, Salvem Barcelona, contra los planes urbanísticos en su querido Eixample.

Se ha muerto un amigo con el que, en acuerdo o desacuerdo, siempre era interesante debatir. Uno más de la generación del 68 que había madurado sin perder su entusiasmo y capacidad crítica. Pero ahora no ya contra Franco, sino contra lo que creía desinformadas y perniciosas utopías.

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