Un Jackson Hole distinto
Este año, el reto del tradicional encuentro de bancos centrales de todo el mundo es conducir la desbocada inflación sin hundir la actividad económica
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Estos días se celebra en Jackson Hole el tradicional encuentro de bancos centrales de todo el mundo. En las citas recientes, marcadas por la pandemia, los banqueros se cuestionaban cómo la política monetaria podía contribuir a evitar los peores escenarios y estimular la recuperación global; unas citas en las que dominaba el acuerdo y la sintonía en las políticas a desarrollar. Sin embargo, este año las circunstancias son distintas: el reto es conducir la desbocada inflación sin hundir la actividad económica. Y también son diferentes las valoraciones de las políticas adoptadas desde el inicio del proceso inflacionario, así como las percepciones acerca de la intensidad de las medidas restrictivas en los tiempos inmediatos.
En el centro del debate, la Reserva Federal y su presidente, Jerome Powell. El gobernador estadounidense creía, al igual que la mayoría de sus homólogos de otros países, que la inflación era transitoria y, en consecuencia, la prudencia aconsejaba no precipitarse. Se consideraba que actuar desde la política monetaria podría deteriorar la incipiente recuperación económica. Al cabo de unos meses y viendo que, por el contrario, el alza de precios había venido para quedarse, reaccionó decidido a recuperar el tiempo perdido, con una contundente subida de tipos. Ahora, la esperanza es que las medidas surtan efecto y pronto se empiecen a moderar los precios.
La gestión de una crisis inflacionaria siempre resulta de gran complejidad, pues obliga a acompasar actuaciones para controlar los precios con otras orientadas a preservar la actividad económica. Pero en nuestro caso la cosa se complica, pues nos encontramos con factores muy determinantes y sobre los que poco se puede incidir: la guerra en Ucrania, las carencias energéticas en plena transición verde, el sobrendeudamiento público y privado, y las numerosas disfunciones de la globalización. Confiemos que en Jackson Hole acierten. Y, aún más, que la suerte nos acompañe.
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