Artículo de Matías Vallés

El Watergate póstumo de Trump

Por primera vez en años, ha brotado un escepticismo mundial sobre el riesgo de un efecto bumerán. Los excesos en la investigación del FBI pueden beneficiar al perseguido

El ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump

El ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump / REUTERS/Carlos Barria

Matías Vallés

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Mar-a-Lago es la mansión donde Hillary y Bill Clinton asistieron como invitados de honor a la boda de Melania y Donald Trump, que en aquellos tiempos se planteaba el asalto a la presidencia de Estados Unidos por el partido Demócrata, bajo el padrinazgo de su predecesor. La vida es retorcida, y la residencia palaciega ha sido asaltada por el FBI, so pretexto de volver a demostrar que el señor de los lugares es el peor presidente estadounidense, pese a que nunca se implicó en un conflicto bélico. La peripecia de un registro domiciliario sin precedentes históricos está ya más enredada que una trama de Villarejo. Sin embargo, el vodevil se simplifica apreciablemente al consignar que se trata de inventarle a Trump un Watergate póstumo, que lo mantenga en el candelero. Sacudir el espantajo.

La constatación de que nadie va a conseguir un Pulitzer y ni siquiera un clic desmenuzando la Casa Blanca de Biden, que apunta a presidir las pérdidas de Ucrania y de Taiwán, ha obligado a resucitar al monstruo al que amamos odiar. Los registros humillantes en lo privado no han aportado ninguna revelación digna de una muestra de asombro público, pero la sola invocación del penúltimo presidente ya dispara la adrenalina. La ardua investigación acabará desvelando que Trump alentó y festejó la toma del Capitolio en enero del año pasado, por si hubiera un solo terrícola al margen de esta constatación.

Sin embargo, y por primera vez en años, ha brotado un escepticismo mundial sobre el riesgo de un efecto bumerán. Los excesos en la investigación pueden beneficiar al perseguido. David Brooks, el columnista de derechas de un 'New York Times' visceralmente anti-Trump, lidera la disidencia con su comentario: «¿Acaba de reelegir el FBI a Donald Trump?». Liberar a los progresistas estadounidenses de su obsesión por el ogro de Mar-a-Lago es más importante que regurgitar un amasijo de datos incriminatorios, cien veces masticados ya y que equivalen al laberinto de las memorias sonoras de Villarejo.

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