Golpe franco

El dedo no puede tapar la luna… ni el sol

Lewandowski

Lewandowski / JORDI COTRINA

Juan Cruz

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Vi y escuché este viernes a Joan Laporta junto a Lewandowski y a Mateo Alemany, el hombre tranquilo que ha ido tapando, uno a uno, los agujeros del Barça.

Hay un agujero que no puede tapar. Ni él ni nadie. El agujero de Messi. Cinco letras, frente a las numerosas letras del alfabeto del nombre polaco al que ahora arrimamos la sombra que pronto será futuro. Lewan, si queremos dejarlo en las cinco letras que así igualarían los dígitos de su antecesor, tiene muchas virtudes futbolísticas, ya premiadas, que ojalá se prolonguen en esta égida azulgrana.

A esos merecimientos añadió el nuevo jugador azulgrana una sensatez que ojalá contagie a quienes mandan sobre su trayectoria, entre ellos el entusiasta presidente. Laporta estaba, él mismo lo dijo, naturalmente feliz, e incluso exultante, y también aliviado, pues su trayectoria como repetido presidente del club tiene acumulados muchos sufrimientos desde que volvió a tomar en sus manos una antorcha bastante fría.

Esa euforia, que hizo muy bien en atemperar con su lenguaje sensato el futbolista que tenía al lado, no puede tapar la enorme tristeza que arrastra el club, la ausencia de Lionel Messi. Tras veinte años de pertenencia azulgrana, aquel niño de Rosario se fue llorando del Camp Nou, y no por buenas razones. Su emoción era tan ambivalente que cambió de llorar a reír hablando de su futuro, como si detrás no todo hubieran sido ganancias o alegrías, incluso en el pasado reciente, pues parece que Laporta no había atendido las posibilidades que tenía delante para que el astro se quedara, así que aquella relación se fue diluyendo en un pozo de lágrimas.

Aquel fue un momento muy grave de la dramaturgia barcelonista, que había tenido su punto culminante en los lamentados descuidos del presidente Bartomeu, que no se sabía ni el nombre del abogado de Messi cuando éste se hallaba en su peor momento de las relaciones tan tensas que mantuvo con la administración de justicia.

La llegada de Lewan puede tapar por un rato, por este rato, la ausencia de Messi, y puede que a lo largo de LaLiga (de la que tanto dijo esperar el jugador polaco) esta adquisición tan gozosa nos llene de orgullo y satisfacción. Digamos que el nuevo (si es que así podemos llamar al que va a cumplir tantos años como su antecesor) puede igualar al viejo (que tampoco lo es tanto), pero esta tentación infantil de Laporta de tapar con el dedo la luna, para que parezca que lo único que brilla es el sol naciente, es propia de aficionados como cualquiera de nosotros, que nos conformamos con un deslumbramiento con tal de que esa luz que nos asiste nos haga ganar los partidos.

El Barça ha de mirar toda la luna, ha de aspirar a un sol entero; ojalá que Lewandowski sea ese sol que se apagó dramáticamente cuando hasta la luna se fue con Messi

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