Feijóo, "cuando yo gobierne"
La expresión imperativa rodea de innecesario estruendo al silencioso avance del PP en las encuestas, y no fortalece a su candidato. Al contrario, la presunción lo empareja con su triste predecesor
Matías Vallés
Periodista
Matías Vallés
Las frases «Cuando yo gobierne no voy a impulsar una ley de eutanasia» (2019) y «Yo no permitiría que un hermano mío cobrara 300.000 euros por un contrato adjudicado por mi Consejo de Gobierno» (2022) fueron pronunciadas por Pablo Casado, sin comentarios. La profecía autoincumplida sigue dominando el discurso del PP, donde Alberto Núñez Feijóo prodiga el «Cuando yo gobierne». La expresión imperativa rodea de innecesario estruendo al silencioso avance del PP en las encuestas, y no fortalece a su candidato. Al contrario, la presunción lo empareja con su triste predecesor.
Las prisas son malas consejeras. A la legislatura le faltan 500 días, si Pedro Sánchez dosifica el cronómetro según ha anunciado, y resiste zarpazos económicos como el propinado esta semana por el paro. Si Núñez Feijóo desea interpretar ese plazo en términos políticos, basta que se pregunte por las expectativas hace año y medio con idéntico fundamento de Adriana Lastra, Dolores Delgado o Macarena Olona. La jaculatoria «cuando yo gobierne» delata un nerviosismo impropio del presidente gallego por cuadruplicado. Adelantar esas tres palabras produce mal fario, no se deben mencionar ni siquiera en el lapso entre el triunfo electoral y la investidura.
Los epidemiólogos anunciaron durante la pandemia que no se atrevían a efectuar pronósticos con una mínima validez, más allá de un horizonte de dos semanas. Núñez Feijóo se traga un montón de meses, en lugar de dejar que la lógica de los acontecimientos obligue a Sánchez a precipitar las elecciones y a concederle cierta validez al «cuando yo gobierne» del líder del PP. Mientras eso no ocurra, tomarle las medidas al despacho de La Moncloa no es un síntoma de urgencia o deseo de agradar, sino de pereza. Sentarse en el trono del metaverso es más agradecido que criticar puntualmente al Gobierno real, y señalar objetivos para el propio partido sin mezclar el prematuro «yo». Feijóo triunfó ante el Casado que suspiraba «cuando yo gobierne» porque el gallego era inesperado, pero le han asaltado las prisas por vestirse la púrpura. Agazapado gana mucho, pero si da voces puede despertar a quienes se están anulando ellos solitos.
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