Tensión con China

Pelosi visita Taiwán: una provocación innecesaria

Si la guerra de Ucrania podía erosionar los lazos entre Rusia y China, el viaje de la presidenta de la Cámara de Representantes de EEUU ha reforzado los vínculos hasta el infinito

Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwan

Pelosi y Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwan / EFE

Georgina Higueras

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En plena vorágine de la guerra en Ucrania y con la tensión hirviendo entre las dos híperpotencias, la presidenta de la Cámara de Representantes y tercera en el rango del poder estadounidense, Nancy Pelosi, se saltó todas las alarmas y se plantó en Taiwán demostrando más insensatez que valentía. China, que sostiene que Pelosi alienta la independencia de la isla –considerada por Pekín parte inalienable de su territorio--, insistió en la inconveniencia de ese viaje porque no es momento de “jugar con fuego”.

El Ejército Popular de Liberación (EPL) aseguró que “no se quedaría de brazos cruzados” ante la afrenta de EEUU, pero afortunadamente ha primado la contención. Es evidente, sin embargo, que la actuación de Pelosi no servirá para acercar las posiciones de Washington y Pekín, ni para impulsar la paz y el buen entendimiento en esa región asiática.

La ‘speaker’ buscaba demostrar el “apoyo incondicional” del Partido Demócrata a la democracia taiwanesa y con ello arañar unos cuantos votos en las elecciones de noviembre, en las que todo apunta a que el Partido Republicano le arrebatará el control la Cámara. Desde los tiempos de Trump, la política antichina es la única bipartidista, y tanto republicanos como demócratas compiten en encontrar la fórmula para frenar el ascenso imparable del gran rival de EEUU.

La visita de menos de 24 horas supuso una clara bofetada a Xi Jinping, quien se encuentra a las puertas de renovar su liderazgo en el XX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh), que se celebrará este otoño. No hay dudas de que el líder más poderoso de la República Popular desde Mao Zedong obtendrá un tercer mandato, pero Pelosi ha echado carnaza a quienes, dentro de los 91 millones de miembros del PCCh, cuestionan las políticas de Xi, desde la campaña anticorrupción al ‘cero Covid’, que ha dañado considerablemente la economía del país. 

Los cientos de millones de nacionalistas chinos firmes partidarios de la reunificación de la patria no olvidarán la humillación que ha supuesto la entrega a Pelosi por la presidenta de Taiwán, TsaiIng-wen, del galardón de la Orden de la Nube Propicia con Gran Cordón Especial. Es muy probable que el gesto no se olvide y las aguas del estrecho de Taiwán se agiten aún más tras el XX Congreso. Si la guerra de Ucrania podía erosionar los lazos entre Rusia y China, el viaje ha reforzado los vínculos hasta el infinito.

No se descarta que se multipliquen las incursiones de los aviones del EPL por la línea divisoria imaginaria del estrecho, que Washington ayudó a negociar entre Pekín y Taipei en 1954, tras la guerra de Corea. En septiembre de 2020, China señaló que dejaba de reconocerla después de que el exsecretario de Estado Mike Pompeo visitase la isla y dijese que EEUU debía de reconocerla porque ya era independiente.

También podría haber movimientos de bloqueo chinos. Ante el tránsito cada vez más frecuente de los buques de guerra de EEUU, el EPL declaró el pasado junio que las aguas del estrecho “no son internacionales”. Por aire y por mar, se incrementarán las posibilidades de un incidente que podría desencadenar un conflicto armado.

'The Economist' titula que el viaje de Pelosi revela la “estrategia incoherente” y el “desastre de la política de Biden”. Tom Friedman, analista de 'New York Times', también lo califica de “completamente imprudente”, pero la ‘speaker’, de 82 años, prefirió luchar por mantenerse en el puesto aún a riesgo de desatar una guerra entre EEUU y China y Biden no tiene autoridad dentro del partido para frenarla.

En la conversación telefónica que Xi y Biden mantuvieron la semana pasada, ambos expusieron sus diferencias sobre Taiwán, pero acordaron mantener una “línea abierta de comunicación” para solventarlas, al igual que en estos 43 años de relaciones bilaterales. Cuando Washington rompió con Taipei para reconocer a Pekín en 1979, EEUU aprobó la llamada Ley de Relaciones con Taiwán por la que se comprometía a vender armamento a la isla para su defensa. Con Trump, las ventas alcanzaron los 16.000 millones de dólares. 

En Washington se instala cada día más la percepción de que la guerra con China es inevitable, por lo que estrecha sus lazos con la OTAN, crea una alianza militar en el Pacífico, con Australia y Reino Unido (AUKUS), e insiste en que Japón y Corea del Sur se preparen para la contienda. El seguimiento ciego de esta política militarista para preservar la hegemonía de EEUU amenaza con llevar al mundo a la catástrofe. 

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