Nuevos sucedáneos de masculinidad
El concepto 'nuevas masculinidades' se aleja de la visión feminista que percibe la masculinidad como un producto social que es necesario deconstruir en todas sus formas y facetas
Berta Aznar
Profesora de Blanquerna-Universitat Ramon Llull
Berta Aznar
Últimamente oímos hablar continuamente de las 'nuevas masculinidades' como algo absolutamente deseable para la supervivencia humana, como si las llamadas 'nuevas masculinidades' fueran a dar la vuelta a la situación de desigualdad existente entre hombres y mujeres. Una vez más, los hombres son el centro del universo y los salvadores del planeta, cuando en realidad el feminismo es el responsable de los avances que se están haciendo en materia de igualdad.
El concepto de 'nuevas masculinidades' no es coherente con la visión feminista del género que señala que la masculinidad ha sido construida socialmente como mecanismo para perpetuar las desigualdades. Los hombres son educados en la masculinidad que potencia en ellos la individualidad, la competitividad y la priorización de la racionalidad por encima de sus emociones y las de los demás, a fin de asegurar su fortaleza y superioridad. ¿No tendría más sentido dejar de sostenerla? ¿Cuál es el problema en mostrar su nocividad y admitir que los hombres no tienen por qué seguir este patrón? ¿Por qué nos empeñamos en mantener este término como algo totalmente indisociable del hombre? ¿Acaso los hombres perciben como una amenaza que dejemos de concebirlos como 'masculinos' por naturaleza?
El término 'nuevas masculinidades' pretende promover una especie de transformación forzosa de algo aparentemente inherente en él, para adaptarse a los nuevos tiempos y ser más modernos y ajustados a lo que la sociedad actual demanda. Esta concepción se aleja de la visión feminista que percibe la masculinidad como un producto social que es necesario deconstruir en todas sus formas y facetas.
¿Por qué no hablamos de 'nuevas feminidades' desde el feminismo? Porque tenemos muy claro que la feminidad es un artefacto social para complacer a los hombres y un gran éxito del patriarcado que nos encorseta y limita. Simplificando mucho, para entender el mecanismo, fijémonos en la socialización femenina: en las niñas se prioriza la belleza, agujereándoles las orejas nada más nacer por pura estética y con vestidos y lazos incómodos que limitan su juego y movimiento, así como también se les enseña a cuidar de muñecas y darles de comer. Todo esto no es casualidad, sino que forma parte del entramado de roles aprendidos que mantienen a las mujeres atrapadas en las tareas de cuidado de los demás, el ámbito doméstico y la focalización excesiva en su físico, mientras que los hombres pueden dedicar su tiempo libre a otros proyectos más relevantes y al ocio.
Es necesario fomentar el modelo coeducativo, en el que se detectan estas diferencias y se eliminan para promover modelos de socialización iguales para las niñas y niños, que no conduzcan a unas y otros a desarrollar solo unas capacidades determinadas. Esta es la única vía para garantizar a largo plazo la erradicación de la desigualdad y la violencia machista. La coeducación real en los centros educativos -aquella que prioriza la eliminación de los estereotipos de género- es la única forma de romper con estos modelos diferenciados, aunque además es necesaria la complicidad de familias, medios de comunicación y autoridades políticas.
Los términos 'nuevas masculinidades' y, aún en mayor medida, 'identidades de género', que ciertos sectores quieren asociar al feminismo, están destruyendo la base y los avances de este gracias al binomio 'sexo-género'. Este binomio explica que el género (masculinidad y feminidad) es el responsable de mantener la situación desigual entre hombres y mujeres mediante la jerarquización de ambos sexos.
No cabe duda de que necesitamos de la colaboración de los hombres para alcanzar la igualdad. Evidentemente, hay muchos hombres sensibilizados y concienciados que, por justicia social y empatía, quieren luchar junto a las mujeres para revertir la situación de inferioridad en la que se encuentran. Precisamente, estos hombres no necesitan cambiar el nombre del 'feminismo' por el de 'nuevas masculinidades', ya que han entendido que no deben ser siempre el centro de atención. Para quienes lo necesitan, hay que recordarles que el sujeto político del feminismo son las niñas y mujeres y que, en esta lucha, las protagonistas son ellas.
Desterremos la masculinidad -y también la feminidad- como modelos de relación y creemos uno en el que tanto mujeres como hombres puedan desarrollarse sin limitaciones. Un mundo donde ambos aprendan a cuidar de sí mismos y también de los demás, donde mujeres y hombres puedan ser ambiciosos profesionalmente sin perder de vista la corresponsabilidad y la conciliación familiar, y puedan disfrutar de momentos de ocio y proyectos vitales apasionantes. ¡Todas y todos saldremos ganando!
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