Artículo de Álex Sàlmon

El futuro incierto de Ciutadans

Sus 16 años de historia no han tenido un instante de tranquilidad. Todo ha sido convulso. Agitación continua, una evolución ideológica sin rumbo y decisiones sin sentido

Rueda de prensa de la presidenta de Ciudadanos Inés Arrimadas

Rueda de prensa de la presidenta de Ciudadanos Inés Arrimadas / EFE / Marta Perez

Álex Sàlmon

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El momento político por el que pasa Ciutadans está en duda. Sus 16 años de historia no han tenido un instante de tranquilidad. Todo ha sido convulso. Agitación continua, una evolución ideológica sin rumbo y decisiones sin sentido.

“Cambia lo superficial/ cambia también lo profundo/ cambia el modo de pensar/ cambia todo en este mundo”, cantaba Mercedes Sosa con una letra de Julio Numhauser, que fuera integrante de Quilapayún. Cambiar está en la normalidad de la vida y también de la política. Pero hay cambios lógicos y otros que despistan. Ese es uno de los mayores errores del Ciudadanos de los últimos años.

Lo que comenzó como “socialismo democrático y liberalismo progresista”, en el primer eslogan ideológico que nació del Congreso constituyente de 2006, pasó a convertirse en solo “liberalismo progresista”, para acabar cayendo el termino progresista en el cartel de sus ruedas de prensa. 

“Cambia el rumbo el caminante/ aunque esto le cause daño/ y así como todo cambia/ que yo cambie no extraño”. El rumbo político no es lo mismo que el rumbo que marca un lugar. Claro que cambiar no es extraño y más si lo dice la gran Mercedes Sosa. Pero no enfocar el destino político de sus intereses como partido es otra cuestión.

Todo está en proceso de transformación en la formación de Inés Arrimadas. Lo que ha llegado a los medios es lo superficial. En estos momentos, está en duda hasta el color anaranjado, las siglas y, por supuesto, la propia líder. Pero los maquillajes infantiles ya han demostrado que tienen poco sentido. Aunque en este caso no sea una cuestión de corrupción. Los cambios en otros partidos que sí han sido puestos en tela de juicio por esas razones, el ejemplo de CiU, han demostrado carecer de importancia los cambios de letras. El PSOE y el PP han pasado por polémicas más profundas y continúan con sus nombres.

Otra cuestión es la ideológica. Ciutadans nunca lo mostró fácil. Fue un partido formado en Catalunya por gente de izquierdas, aunque una parte de la sociedad siempre lo consideró de derechas. No ayudó su decidido sentido sobre la estructura de España, un aspecto considerado en Catalunya como una evidencia de derechización.

“Cambia el clima con los años/ cambia el pastor su rebaño/ y así como todo cambia/ que yo cambie no es extraño”. El electorado de Cs también ha cambiado. No es que sea un rebaño, pero sí un colectivo que no piensa igual ahora que en 2006, ni por supuesto como pensaba en 2014, año en que la entonces formación de Albert Rivera llegara con fuerza a la opinión pública de toda España. Y esa es la labor más delicada que tienen por delante sus dirigentes. 

En 2017, Rivera aseguró tras aquel congreso tan cambiante que “hay que decirles a los españoles que nosotros no queremos subir los impuestos, que queremos bajarlos; que nosotros queremos una España autonómica, no una España rota y troceada; que queremos ser europeístas y luchar contra el proteccionismo y el populismo”. ¿Sirve este mensaje en la actualidad?

Al menos les sirvió en 2019, al convertirse en tercera fuerza en el Congreso con los 57 diputados obtenidos y rozando poder entrar en el Gobierno. En la actualidad, sus cheques políticos son poco fiables. Y así es difícil impulsar cualquier tipo de cambio.

“Pero no cambia mi amor”, concluye la canción de Mercedes Sosa. ¿Y dónde está el amor en política? Como resolución del poema, funciona. La vida real es otra cosa. Y más cuando hablamos de ideología y de utilidad. Aquellos votos de 2019 habrían servido para algo. Y eso es la buena política. 

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