APUNTE

Alonso y el Ferrari 275 GTB de 30 millones de dólares

Formula One F1 - Hungarian Grand Prix - Hungaroring, Budapest, Hungary - July 30, 2022 Alpine's Fernando Alonso after the qualifying REUTERS/Lisa Leutner/File Photo

Formula One F1 - Hungarian Grand Prix - Hungaroring, Budapest, Hungary - July 30, 2022 Alpine's Fernando Alonso after the qualifying REUTERS/Lisa Leutner/File Photo / LISA LEUTNER/REUTERS

Emilio Pérez de Rozas

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Era junio del 2007. Fernando Alonso aún ostentaba el bicampeonato del mundo que acababa de ganar con Renault (2005 y 2006). Estaba en las filas de McLaren-Mercedes y empezaba a pelearse con Lewis Hamilton. Estamos en Montreal. Gana Hamilton y Alonso queda séptimo. El siguiente GP es en Indianápolis y solo hay tres días de descanso.

El milmillonario canadiense Lawrence Stroll, cuya fortuna se calcula en 2,9 miles de millones de dólares, socio de Pierre Cardin, Ralph Lauren, Tommy Hilfiger y Michael Kroos, entre otros, le ofrece a Alonso una de sus fincas en Canadá para descansar. Y el ‘Nano’ acepta.

Alonso llega a la finca el lunes y Stroll le pide si quiere conocer su propiedad. Alonso dice “venga” y Stroll se lo lleva en su helicóptero y durante hora y media, sí, sí, ¡hora y media!, están recorriendo la finca. El bicampeón se queda atónito. Y más cuando Stroll le muestra su colección de coches clásicos y su Ferrari 275 GTB / 4Nart Spider de 1967, por el que pagó 30 millones de dólares.

Maestro del niño

La invitación tenía un precio. El riquísimo Stroll le presenta a su hijo Lance, entonces de tan solo 9 años, que corría en karts. “Quiero que acabe corriendo en la F-1 ¿qué debo hacer?” Y, a partir de entonces, Stroll y Alonso se convierten en (casi) inseparables. Stroll no da un paso sin que lo sepa Alonso, que le dice que equipo ha de comprar en cada una de las etapas de Lance. Y Stroll compra un equipo puntero en el karting europeo (el que le dice Alonso), otro en F-3 Europa, otro en GP-3, otro en GP-2, hasta que adquiere Aston Martin. Y coloca a su hijo Lance.

Ahora, 15 años después, totalizados 347 grandes premios, 17 compañeros (su alumno Lance será el nº 18), 19 temporadas en la F-1, 20 modelos en sus manos, 32 victorias, 22 ‘poles’, 23 vueltas rápidas, 98 podios, 2.021 puntos sumados y 93.598 kilómetros recorridos (8.652 de ellos en cabeza del GP), Alonso ha decidido irse al equipo de su amigo, que está dispuesto a invertir los millones que Renault no piensa gastarse.

Pasión por la F-1

Alonso no tiene hijos como Sebastian Vettel, tiene a su novia, Andrea Schlager, periodista de la TV austriaca, en el ‘paddock’ y ha decidido, después de probarlo todo, que ni la Indy, ni el Dakar, ni Le Mans, es comparable a la F-1, así que deberán sacarlo de ahí en muletas. Sabe que el joven Lance no le complicará la vida como el pretencioso Esteban Ocon, pues le debe la carrera y, además, lo considera su maestro.

Hace unas semanas le pregunté a Rafa Nadal por qué seguía compitiendo. “Me gusta lo que hago, me apasiona mi deporte, me divierto, siento lo que hago. Sin ese sentimiento, sin esa pasión, sin ese amor por el deporte que practicas, por tu profesión, aunque para mí no sea una profesión, es imposible alargar tu carrera y menos si has tenido éxito durante muchos años”. Más: “Cuando llegue el momento del adiós, lo sentiré, lo sabré, me daré cuenta porque ya no sentiré esa pasión que me mueve a ir a entrenar cada mañana con las mismas ganas que cuando tenía 16 años”.

En ello está Fernando Alonso. Y en aquel paseo en helicóptero de hora y media. Y en aquel Ferrari 275 GTB / 4Nart Spider, sí.

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