Artículo de Sergi Sol

Donde no llega el metro

Tenemos AVE. Fantástico para ir de Barcelona a Madrid. Pero resulta que es una tragedia ir de Barcelona a Puigcerdà. Más de 3 horas.

AP-7

AP-7 / MANU MITRU.

Sergi Sol

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Ahí donde no llega el metro nace el extrarradio. Esa es la realidad de las comunicaciones terrestres en Catalunya. Nadie en su sano juicio va desde Sant Sadurní d’Anoia (done vivo) al aeropuerto del Prat en transporte público. Fuera de la primera corona metropolitana, las comunicaciones –y en particular con Barcelona- son un auténtico desastre. Incluso para el coche, sólo hay que ver como se ha puesto la AP-7. Y pese a las habituales retenciones de entrada y salida de la capital catalana (a las que hay que añadir la congestión sobrevenida de la AP-7 tras levantarse las barreras) resulta que el coche sigue siendo más fiable si vas de comarcas a la capital. Y que eso ocurra cuando la política nos dice, un día tras otro, lo que es sostenible y lo que no, da que pensar sobre la gran distancia entre lo que se predica y lo que luego el estado de las cosas nos impulsa –o obliga- a hacer.

Lo de Renfe es un escándalo. No hay por donde agarrarlo. La R-4, entre Sant Vicenç de Calders (pasando por Martorell) y Mataró, anda de mal en peor. Obras constantes que no son de mejora, son para no empeorar. Lo habitual son las impuntualidades y los viajes que se alargan mucho más allá de los horarios oficiales. ¿Cómo es posible que sea hoy más complicado ir, por ejemplo, de Sitges a Barcelona que hace cuarenta años? ¿Y cómo se puede compatibilizar esa circunstancia con la exigencia de relegar el uso del coche y apostar por el transporte privado? Si en vez de facilidades hay dificultades es obvio que el tren no va a sustituir al coche.

Tenemos AVE. Fantástico para ir de Barcelona a Madrid. Pero resulta que es una tragedia ir de Barcelona a Puigcerdà. Más de 3 horas. En dos horas y media, el AVE te deja en Madrid. En pleno centro. Renfe y la Generalitat publicitan ir a las estaciones de esquí de La Molina en tren. Menuda tomadura de pelo. Porque tras más de tres horas de viaje, si ese día Renfe anda bien, hay que llegar a la estación que no está precisamente al lado. Otro tanto para ir a Port Aventura.

La falta endémica de inversión explica en buena medida el desaguisado. Eso y ese AVE radial que nos lleva en un santiamén a estaciones en páramos inhóspitos mientras ignora la economía productiva y el Mediterráneo.

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