Sánchez sin sanchismo
El mayor problema para Sánchez es que el antisanchismo, la animadversión que suscita tanto política como personalmente, no está compensado por una corriente de simpatía hacia su figura
Pedro Sánchez ha reaccionado convocando un Comité Federal extraordinario del que emergerá lo que Joan Tapia ha calificado como un “politburó socialdemócrata”, un núcleo duro formado por una mezcla de ministros y cargos orgánicos para rearmar al PSOE, recuperar el pulso perdido y ganar la batalla al PP. Esta remodelación subraya que la renovación efectuada en el último congreso socialista no ha funcionado, como tampoco el cambio de Gobierno del año pasado, adonde antes o después también llegarán algunos relevos. Frente al vaticinio que insistentemente lanzan los medios de la derecha, el líder socialista no se da por vencido y está dispuesto a “ir a por todas”. Sigue siendo el preferido como presidente del Gobierno por una pequeña mayoría (22,1%), pero con muy poca diferencia respecto a Alberto Núñez Feijóo (20,8%), según el último CIS. Sin embargo, en cuanto a valoración estrictamente personal está por debajo del líder del PP o de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz.
El mayor problema para Sánchez es que el antisanchismo, la animadversión que suscita tanto política como personalmente, no está compensado por una corriente de simpatía hacia su figura. Sencillamente, el sanchismo no existe, ni ahora ni nunca. Si hacemos memoria, Felipe González gozó a su favor de lo que se llamó felipismo, sobre todo a partir de 1981 y que duró hasta casi su derrota en 1996 por un solo punto frente a José María Aznar. González sumaba votos a la marca PSOE. También el liderazgo de José Luis Rodríguez Zapatero generó adhesión por encima de las siglas del partido. Aunque desde la derecha se alimentó el antizapaterismo, su popularidad fue alta hasta 2008 entre el votante de izquierdas. No ocurre lo mismo con Sánchez, a excepción tal vez de cuando las primarias que le enfrentaron al aparato del partido tras ser destituido. Desde que ganó la moción de censura en 2018 le han caído una lluvia de insultos (felón, desleal, incapaz, etcétera), que él ha aguantado impertérrito. Es un político frío y, aunque últimamente se esfuerza por ser más empático, difícilmente generará sanchismo o pedrismo.
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