Diario del duro exilio en Cala Montgó (I)
Cuando dentro de un mes deba volver al trabajo, voy a hacer como la Gabriel y pasaré primero por el juzgado de Llarena, aunque sea solo para poder salir de él con el puño en alto

Anna Gabriel / SALVATORE DI NOLFI / EFE


Albert Soler
Albert SolerPeriodista
Como cada año en esta época, me he exiliado en Cala Montgó. Desde que hará cinco años, gracias al Vivales de Waterloo, hizo fortuna lo de llamar exilio a dejar atrás el trabajo y dedicarse a no dar golpe, en verano me siento más catalán que nunca. Qué orgullosos estarían mis abuelos, que sufrieron la guerra, si vieran que su nieto se exilia un mes cada año, con hamaca en la playa y cañas en el chiringuito.
Unos van y otros vienen. El inicio de mi exilio ha coincidido con el final del de Anna Gabriel, aunque ella eligió Suiza, hasta en el exilio hay clases. No existía ninguna orden de detención contra ella, pero aun así se exilió, cosa que demuestra hasta qué punto es patriota catalana. Se fue a Suiza porque estaba acusada del delito de desobediencia, que es como huir a Sudamérica por haber aparcado un día en zona azul sin haber puesto el tíquet. Lo que importa es exiliarse, que viste mucho, mírenme a mí, que ejerzo de patriota perseguido y no tengo más ocupación que ponerme bronceador en la cocorota. Cuando dentro de un mes deba volver al trabajo, voy a hacer como la Gabriel y pasaré primero por el juzgado de Llarena, aunque sea solo para poder salir de él con el puño en alto, un signo de distinción que ella no pudo realizar porque nadie la recuerda y nadie la esperaba a la salida.
- Buenas señoría, que he terminado mi exilio y vengo a ver qué opina. ¿Ha visto qué bronceado he conseguido?
-¿Otro catalán chalado? Hace unos días vino una señorita con pinta de interna de colegio suizo, suplicando que la encerrara por lo menos unos días, y ahora usted. Déjenme en paz con sus exilios, lárguese.
A Suiza mandan los millonarios su dinero al exilio, que es otro tipo de exilio pero no menos doloroso, los ricos también sufren –y lloran– al tener que separarse de sus fortunas. Es natural que, exiliada en un país como ese, Anna Gabriel se fuera antisistema y haya vuelto pija, tal ha sido el cambio sufrido que de haber postergado un poco más el regreso, habría aparecido con falda plisada y calcetines hasta el tobillo. Anna Gabriel se ha cortado el flequillo, que es a una antisistema lo que la coleta a un torero: hasta aquí he llegado. Ahora toca vivir de rentas, pasearse por periódicos, radios y televisiones contando la dureza del exilio y escribir un libro, sobre todo escribir un libro, que la literatura ‘lacista’ es ya un género en sí misma. Es una lástima que TV-3 haya eliminado el ‘Faqs’, ahí no ha estado fina Anna Gabriel, debería haber puesto fin al exilio un poco antes y sería la estrella televisiva del momento.
No son pocos los lectores que me preguntan cómo convertirse en exiliados. Pues bien, hay dos sistemas. El primero consiste en cometer un delito y huir antes de que la justicia te ponga la mano encima, en ese campo destacan el Dioni y el Vivales. El otro, más sencillo, se reduce a irse porque sí, ahí sobresale Anna Gabriel, aunque el pionero fue Jami Matamala, senador que se fue a pasar unos meses a Waterloo sin motivo alguno y consiguió que unas docenas de majaretas le esperaran a la vuelta, con banderas y pancartas, como si fuera Ricardo regresando de las cruzadas. Eso es lo que ha intentado Anna Gabriel, con nulo éxito porque también el lacismo se harta de sus propias payasadas.
Les dejo, que me llaman para la paella que he encargado, el exilio es así. Y recuerden: 'tossudament alçats!'
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