EL MILAGRO DE LOURDES

Gracias, gracias, gracias, sois nuestros héroes

El ciclista Tadej Pogacar  del UAE Team Emirates con el maillot amarillo El ciclista danés Jonas Vingegaard de Jumbo Visma en la 18.ª etapa del Tour de Francia

El ciclista Tadej Pogacar del UAE Team Emirates con el maillot amarillo El ciclista danés Jonas Vingegaard de Jumbo Visma en la 18.ª etapa del Tour de Francia / REUTERS/Christian Hartmann

Emilio Pérez de Rozas

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No hay ningún otro deporte que necesite más de la protección divina que el ciclismo. Ningún otro, porque ningún otro, arriesga, en las bajadas suicidas, lo que arriesgaron esos dos monstruos que son el danés Jonas Vingegaard, que hoy ha certificado que es, por mucho, el mejor de este Tour, y el campeón esloveno y gran favorito Tadej Pogaçar, el que llegó con la capa de ‘Superman’ colgando de su cuello a la ronda francesa.

A los dos les debemos buena parte de nuestro sufrimiento y divertimento en estas semanas de Tour, de sofá, de calor y de emoción. Y los dos se pudieron haber hecho mucho, demasiado, daño, bajando el Spandelles, antes de subir la pared mítica de Hautacam, donde, de nuevo, se hundió el campeón y el candidato demostró ser merecedor de los más altos elogios.

Dos milagros, ¡dos!

Pero tanto uno como otro necesitaron la ayuda del cielo, cosas del ciclismo, del débil ciclismo, un deporte donde solo existe una bicicleta ligera, un cuerpo fibroso y un casco (casi) inútil para salvar, sino la vida, sí una lesión de meses. Y fue, claro, circulando cerca de la cueva de la virgen de Lourdes donde, primero, Vingegaard salvó el amarillo y su primera victoria en la ronda francesa, cuando soltó el pie izquierdo del pedal, tiró del freno de disco (dicen que eso fue lo que le libró de la caída), derrapó ‘a lo Marc Márquez’ y protagonizó una ‘salvada’ a lo campeón de Cervera y, a continuación, el gran, el enorme, el peleón, el virtuoso Pigaçar se metió en la cuneta, se rasgó el muslo y mano izquierda y pudo seguir milagrosamente.

Ellos y ese otro gladiador norteamericano, de nombre Sepp Kuss, que no figurará en el libro de héroes del Tour-22 pero que ayudó a su jefe Jonas a triunfar a lo grande, a lo bestia, y su compañero atrevido y enorme, gigantesco, Wout van Aert, dicen que llamado a más grandes cosas, fueron protagonistas de una etapa donde el líder dejó muy claro que este Tour era para él.

Doble triunfo

Y no solo porque ganó el día que tenía que ganar, hoy, cuando Pogaçar lo intentó todo, todas las veces que pudo y en todos los repechones que hubo, sino que, además de triunfar, en Hautacam, venció en el Col du Granon, donde se vistió de amarillo para, con un equipo de campeones, el Jumbo Visma, gritar a los mil vientos que nadie lo movería de ese trono amarillo. Vingegaard no solo ha ganado el Tour-22, ha ganado en dos montañas míticas.

Fue hermoso, muy hermoso, que, tras esos dos sustos, tras esos dos milagros de la virgen de Lourdes, los dos campeonísimos, nadie puede atreverse tras cuatro horas de pelea intensa a decir quién es el mejor, ambos se diesen la mano bajando Spandelles, mientras se recuperaban de sus sustos y afilaban sus ruedas de cara a la lucha en Hautacam.

Ha sido hermoso, intenso y vertiginoso mientras ha durado. E, insisto, no solo hay que agradecérselo a eso dos héroes, de 25 (Vingegaard) y 23 años (Pgaçar), sino a muchachotes como Kuss y Van Aert, cuya misión era que el jefe, el nuevo héroe de Dinamarca, viajase en la sillita del rey hasta la cima de Hautacam. Perdón, hasta la cima de la torre Eiffel. Perdón, hasta la cima del cielo, del mundo.

PD: Lamentablemente, llevamos muchísimos años sin noticia del ciclismo español. Este año, seguimos en blanco y el amarillo nos parece imposible. Ni siquiera por un día.

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