Caleidoscopio | Artículo de Julio Llamazares

Arde España

Con tanto especialista, lo que uno no se explica es por qué nos pasan tantas desgracias últimamente si todo el mundo sabía cómo prevenirlas o, si no, cómo solucionarlas

INCENDIO EN OURENSE

INCENDIO EN OURENSE / EFE / Brais Lorenzo

Julio Llamazares

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Arde España y todos saben lo que hay que hacer. Pasó con la pandemia de covid, con el temporal de nieve 'Filomena', con el volcán de La Palma y hasta con la invasión de Ucrania por Rusia. Con tanto especialista, lo que uno no se explica es por qué nos pasan tantas desgracias últimamente si todo el mundo sabía cómo prevenirlas o, si no, cómo solucionarlas. Todos menos los que están al frente de los distintos gobiernos, ya sean el central o los autonómicos, los provinciales o los municipales, que al parecer los eligen personas extranjeras, puesto que los españoles, tan listos todos, no podemos elegir tan mal. Cojo un taxi en la estación de Chamartín de Madrid. El taxista, que es de Guadalajara, tiene claro que la culpa de los incendios que arrasan España este mes de julio la tienen los políticos, así, en general, por no dejar a la gente que viva en los pueblos. De paso, me reconoce que en el suyo quedan 14 personas y que él solo va en vacaciones y que no volvería a vivir allí ni loco.

En la radio, mientras tanto, tertulianos que acaban de analizar la dimisión de una importante política nacional y la inflación que incendia los precios pasan a valorar las causas de los incendios reales, en las que también son expertos según parece. Todos ellos, al menos, lo tienen claro: la culpa de los incendios es del Gobierno por no invertir en su prevención. Sorprende porque varios de ellos defendían hasta ese momento la bajada de impuestos y la reducción del gasto y la deuda pública. En la televisión, cuando llego a casa, otros especialistas en fuegos (y en todo lo que les pregunten) proponen soluciones milagrosas para ellos a la vez que acusan de inacción y hasta de negligencia al gobierno de turno dependiendo de la ideología de la cadena televisiva que se sintonice.

Por supuesto la culpa de todo la tienen los políticos, da igual que el incendio fuera provocado o casual, producto de un rayo caído o de la colilla arrojada desde la ventanilla del coche por un automovilista. Lo peor de los expertos, que no son sólo los tertulianos profesionales, sino que en este país somos casi todos (excepto normalmente los verdaderos especialistas en la materia de la que se trate, a los que no se les suele escuchar y, si se les escucha, en seguida se les acusa de estar de un lado o de otro sin importar si tienen razón o no en lo que dicen), es que, a la vez que opinan de todo, lo hacen con agresividad, atizando el griterío que por desgracia ya es marca de este país y contribuyendo a la polarización ideológica que cada vez más divide a los españoles, da igual cuál sea el motivo de discusión. Que con 40 grados de temperatura y medio país quemándose lo que nos preocupe es buscar culpables de lo que sucede, incluso cuando de lo que sucede nadie tiene la culpa o, si la hay, la tenemos todos (del cambio climático, por ejemplo, pero también del abandono de nuestros montes por nuestro éxodo masivo a las ciudades, lo quiera o no el taxista guadalajareño), indica hasta qué extremo este país ha perdido la sensatez y aprovecha cualquier motivo para aumentar nuestro enfrentamiento común. Arde España, sí, pero no más en su orografía que en su convivencia social, y lo hace desde hace demasiado tiempo, pues la ola de calor política e ideológica viene ya de mucho atrás y se sigue atizando por muchos con la inconsciencia y la insensatez que da el creerse a salvo del fuego.

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