De las noches tropicales de hace 110 años y de las de ahora

El concepto “noche tropical” nos evocaba desmanes de todo tipo, o como mínimo, aquellos que protagonizaba Carmen Miranda con sombrero de ‘tutti frutti’. A estas alturas, cuando lo oímos ya temblamos, aunque ciertamente esta no es la expresión más adecuada. Noche tropical es ya sinónimo de noche tórrida, que es, según los expertos, no bajar de 25 grados ni siquiera en la madrugada. Y las perspectivas son pavorosas. Hace unos días, a raíz de la segunda ola de calor, el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología definía el futuro con unas palabras apocalípticas: “El verano más cálido hasta ahora podría ser un verano fresquito para finales de siglo”.

Es decir, los jóvenes y niños que serán viejecitos en el 2100 recordarán estas terribles y trágicas jornadas de canícula como un espacio paradisíaco. De entrada, deberemos cambiar la definición del diccionario. Canícula: "Periodo de unas cuatro a seis semanas que comprende una parte de julio y gran parte de agosto durante el cual hace mucho calor". Sin embargo, de la pesadez de este tiempo ya hablaba Carner hace más de un siglo. Para el poeta, "la piedra se vuelve brasa y el aire se torna plomo". Debían ser, ahora caigo, 110 años después, veranos fresquitos.

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