Un país en vilo
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Crisis en Italia en plena crisis

El país precisa la continuidad de Draghi en el cargo para evitar unas elecciones anticipadas ante la perspectiva de un crecimiento espectacular del voto ultra

El primer ministro de Italia, Mario Draghi.

El primer ministro de Italia, Mario Draghi. / EP

El Movimiento 5 Estrellas (M5E) ha elegido el peor momento posible para desencadenar una crisis en el Gobierno de unidad nacional encabezado por Mario Draghi. A pesar de la advertencia hecha por el primer ministro de que presentaría la dimisión si alguno de los integrantes de la coalición no apoyaba las medidas encaminadas a atenuar los efectos de la inflación, Giuseppe Conte, líder de la formación populista, decidió precipitar los acontecimientos cuando optó por que los senadores del M5E se ausentaran el jueves de la Cámara cuando se votó la propuesta elaborada por Draghi. A partir de ese momento se precipitaron los acontecimientos: el primer ministro anunció su dimisión, el presidente Sergio Mattarella la rechazó y todo quedó a expensas de lo que suceda de aquí al próximo miércoles, cuando el primer ministro comparecerá en el Parlamento para dar cuenta de su decisión final de marcharse o de seguir habida cuenta la situación en Italia, víctima como el resto de Europa de las consecuencias de la guerra en Ucrania.

Cierto es que aun sin el apoyo del M5E, a Draghi le cuadra la aritmética parlamentaria, pero es igualmente cierto que los conocidos como grillitos constituyen un movimiento especialmente poco fiable, posiblemente en la antesala del ocaso de su corta existencia, agravada su situación por la reciente decisión de Luigi di Maio, ministro de Asuntos Exteriores en ejercicio, de dejar la formación y fundar una de nuevo cuño de corte más posibilista. De forma que cabe considerar las razones de Conte para retirar el apoyo a una propuesta del Gobierno y su oposición a suministrar armas a Ucrania como una mera coartada para combatir a Di Maio y, en la medida de lo posible, contener la sangría siempre en aumento de militantes y de votos, según las encuestas, que vaticinan un descalabro electoral del M5E sea cual sea el momento en que se celebren las próximas legislativas.

En otras circunstancias, la crisis en curso cabría inscribirla en la muy repetida fragilidad de los gobiernos de Italia, apoyados tan a menudo en coaliciones muy débiles, pero la excepcionalidad del momento confiere al episodio características especiales, no solo por la guerra, sino por la posibilidad de que a la vuelta de una convocatoria electoral anticipada se convierta Hermanos de Italia, un movimiento de extrema derecha, nacionalista y xenófobo, en el primer partido del país. Todos los sondeos creen que tal cosa es posible y la líder de los hermanos, Giorgia Meloni, se postula desde hace unos meses para gobernar Italia, apoyada en una base social ampliada con una parte de los votantes que hasta la fecha han seguido a Silvio Berlusconi y a Matteo Salvini.

De ahí el empeño de Mattarella de rechazar la dimisión de Draghi y de reclamarle que agote la legislatura. De ahí también la porfía de Enrico Letta, secretario general del Partido Democrático (PD, centroizquierda), para que Draghi siga y se eviten los riesgos de unas elecciones anticipadas. Porque incluso en el hipotético caso de que un porcentaje de electores que hasta la fecha votaron por el M5E se decante por el PD, es harto dudoso que tal deslizamiento sea suficiente para contrarrestar el crecimiento se teme que espectacular del voto ultra. Porque en la clase media, muy castigada por el encadenamiento de crisis desde 2008, se respira una atmósfera de decepción y hartazgo muy propicia para la propaganda populista y antieuropeísta, justo lo contrario de lo que Draghi representa y que Italia precisa que tenga continuidad.