Final de San Fermín para las mujeres
Cada año aparecen los que siguen pensando que estamos para ser usadas y abusadas
Ana Bernal-Triviño
Profesora de la UOC y periodista.
Ya ha terminado San Fermín. Resulta imposible desvincularlo de la ropa blanca, los pañuelos rojos y los toros. Y, para más de una, resulta imposible tampoco borrar de la memoria a la víctima de La Manada y a Nagore Laffage. Justo por eso, porque es imprescindible que no se olviden sus casos para que no vuelvan a repetirse. Ya hace 14 años del asesinato de Nagore. De allí debió quedar claro que el alcohol no debe nunca eximir de los comportamientos machistas y que ser rico jamás debería jugar a favor. Del caso de La Manada deberíamos haber aprendido que la fiesta y el ocio no pueden ser una barra libre de abusos y agresiones sexuales. Que ellas tienen el mismo derecho a disfrutar de cualquier fiesta en cualquier rincón de España (no solo en San Fermín), sin temer por sus vidas, como ha ocurrido ya con tantas víctimas, incluso asesinadas.
Se supone que todo esto debería de ser aprendizaje. Que los colectivos feministas tienen que poner puntos violetas de apoyo en las fiestas. Pero cada año aparecen los que siguen pensando que estamos para ser usadas y abusadas. Este año hubo otra denuncia por violación. Y ya ha llegado otra novedad. Llevamos meses hablando de que frente al discurso de no violarnos siendo conscientes, la sumisión química ha sido la forma de saltarse nuestra voluntad. Este año varias mujeres han advertido pinchazos con jeringuillas en una posible sumisión química. Es decir, ya no en las copas de bebida, que era donde teníamos la alerta hasta ahora. No les basta. En lugar de cambiar sus comportamientos, se parten la cabeza pensando en otros métodos para seguir abusando.
No quiero terminar este artículo, al margen de San Fermín, sin hablar de dos casos de mujeres que no debemos olvidar. El caso de Esther López, pendiente de resolver y que tiene como principal sospechoso a un amigo. Y el caso de Marta Calvo, pendiente de sentencia. Este último, otra demostración más de hasta dónde llega la violencia sexual. Y en todos los casos, la demostración de que las mujeres aún no son libres.
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