Ágora

Ante el despilfarro de alimentos

Si queremos comer de una manera que respete a nuestros semejantes y a la naturaleza, tendremos que examinar y revisar nuestros hábitos de consumo y el modo de producir y distribuir los alimentos. Aunque ninguno de nosotros podrá hacerlo solo.

Desperdiciar comida: cuánto te cuesta la comida que desperdicias

Desperdiciar comida: cuánto te cuesta la comida que desperdicias / economia

Jaime Tatay

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El acto de comer nos une a la vida y a los demás como ninguna otra actividad humana. Aunque no es solo el acto de comer, sino la forma en que lo llevamos a cabo lo que nos hace vernos a nosotros mismos y a los demás como humanos. Una buena comida es una ocasión feliz porque nos incluye y reconoce, y porque en ella podemos incluir y reconocer a los demás. Sin embargo, pocas veces nos paramos a reflexionar sobre el origen de la comida y cómo ha llegado a nuestra mesa. Menos veces todavía nos paramos a pensar en lo que no ha llegado y por qué se ha quedado por el camino.

Hoy, el 40% de todos los alimentos producidos a nivel global son descartados. Esos alimentos empiezan por ser arrancados, recogidos o sacrificados. A menudo se les quita la piel, se pelan o se 'preparan' de alguna manera. Incluso pueden ser 'procesados' con anterioridad, es decir, enlatados, deshidratados, salados, envasados al vacío o congelados. En el camino hacia nuestra mesa, pueden también ponerse rancios o demasiado maduros, o pueden convertirse en «no aptos para el consumo» y ser desechados.

Lo que queda se transporta a la tienda, donde el consumidor lo compra y lo lleva a su casa. Pero antes de que se consuman puede que haya, de nuevo, productos rancios o demasiado maduros, o mohosos, o caducados. Y esto no es el final. Puede que haya más descarte o formas de 'preparación' que tiren una parte del producto. Al final, la comida preparada llega a la mesa. Y es entonces cuando nos la comemos. O al menos una parte de ella.

Cada una de esas fases del largo viaje de los alimentos está conectada por el comportamiento humano y por las complejas dinámicas globales que denominamos cadenas de producción y distribución. Cada una de esas fases se puede describir, medir y analizar críticamente.

En el pasado había múltiples mesas con bandejas separadas de alimentos producidos local o regionalmente. Ahora hay una única fuente interdependiente y global, una gran bandeja, y no es exagerado decir que todos compartimos la misma mesa, en el sentido de que las cadenas de producción y distribución están estrechamente unidas. Pero los efectos de nuestro modo de comer no se experimentan del mismo modo en todas partes ni por todas las personas. Si queremos comer de una manera que respete a nuestros semejantes y a la naturaleza, tendremos que examinar y revisar nuestros hábitos de consumo y el modo de producir y distribuir los alimentos. Aunque ninguno de nosotros podrá hacerlo solo.

Necesitamos una revisión a fondo del sistema alimentario basada en cadenas más localizadas, con una nueva cultura de consumo de productos locales, ecológicos y de temporada, con circuitos de comercialización más cortos y sistemas de producción más resilientes basados en la agroecología. Un modo de producción que —según los expertos— podría contribuir a reducir el desperdicio de alimentos en las ciudades y en el campo.

El inmenso reto que supone el desperdicio de alimentos puede hacernos sentir impotentes. Igual que el viaje de los alimentos a nuestro plato es largo y complejo, también nosotros tenemos un largo y complejo viaje que emprender si queremos abordar eficazmente el despilfarro. Pero no podremos dar ni siquiera el primer paso en ese viaje a menos que tengamos esperanza tanto en nosotros mismos como en la humanidad.

Ser humano no es solo ser miembro de la misma especie. Tiene que ver con la solidaridad. Cuando soñemos junto a otros en un mundo en el que todos tengan suficiente para comer y cuando estemos dispuestos a luchar con otros para hacer realidad ese sueño, nos encontraremos extrañamente agradecidos y animados. Lucharemos contra los prejuicios que nos conducen a tirar la comida, excluir a las personas, contaminar la Tierra y degradar el medio ambiente. La lucha será en parte con nosotros mismos. Cada uno podemos preguntarnos cómo desempeñar nuestro papel en esta lucha. ¿Qué puedo aprender de quienes tratan de desperdiciar menos? ¿Cómo podemos apoyarnos unos a otros?

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