Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

El periodismo de la causa

Durante todo el tiempo que la alcaldesa Marín ha estado en el centro de la diana, el interés de sus rivales ha sido desgastarla por la única vía en la que ella no podía incidir más que reiterando que actuó adecuadamente

Núria Marín

Núria Marín / Manu Mitru

Josep Cuní

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El problema del periodismo no es que sea el cuarto poder, sino que algunos periodistas quieran ejercerlo como si fuera el primero. Algo así dijo Juan Luis Cebrián hablando, sin mencionarle, de su entonces gran rival Pedro J. Ramírez. Pero como el tiempo no pasa en vano, a día de hoy seguramente serían muchos quienes situarían a ambos contrincantes en el escalafón de inquietudes semejantes, solo que aplicadas con métodos y estilos diferentes.

El riesgo de la confusión que destila la frase lo exhibe la grabación del excomisario Villarejo en charla distendida y empática con Antonio García Ferreras a partir de la campaña de desprestigio dispuesta para deslucir a Pablo Iglesias. Pero esto que ha hecho rasgar enfáticamente algunas vestiduras tampoco es nuevo. Lo señaló lúcidamente Kapuscinski: “Cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”. De ahí que todos nosotros conformemos la primera generación desinformada por un exceso de titulares no siempre veraces ni escritos por buenas personas, como reclamaba el periodista polaco.

Es obvio que sin la colaboración de los medios de comunicación buena parte de los hechos noticiables no trascenderían. Tampoco aquellos que no deberían serlo, o que son expuestos sin tener en cuenta el riesgo que conlleva arruinar injustamente una reputación. Y el matiz del adverbio “injustamente” es importante, porque para el señalado todo lo que se diga o escriba en su contra es injusto aunque, como siempre debería ser, la información final haya sido contrastada y ponderada.

El problema se multiplica cuando dominan los intereses políticos o económicos. Se constituyen en base de la campaña, se lanzan de manera adecuada para expandir la duda y se consigue que la presunción de inocencia brille por su ausencia. Lo estamos constatando con las supuestas malas artes utilizadas por Uber para desprestigiar al sector del taxi en beneficio de una legislación que amparara su negocio falto de ética y sobrado de abusos.

Algo parecido ha insinuado la alcaldesa de L’Hospitalet al conocer el archivo de la causa que la convertía en sospechosa desde hace año y medio.

“Los juicios mediáticos con cálculo electoralista no tienen recorrido”, escribió Núria Marín Martínez (L’Hospitalet de Llobregat, 26 de diciembre de 1963) en clara alusión a los 'comuns' de la localidad, fuerza política que ejerce la acusación particular y que anuncia recurso. Formación próxima al mismo Pablo Iglesias que tanto se lamenta, por cierto. Si además resulta que el denunciante del posible embrollo, Jaume Graells, abandonó el gobierno municipal socialista, que no el consistorio, para ser el próximo candidato de Esquerra Republicana a la misma alcaldía, es lógico que a ojos de algunos vecinos lo menos importante sea la presunta trama de desvío de subvenciones en el Consell Esportiu porque, concluirán, todos van a lo suyo, que es el poder.   

Durante todo el tiempo que la alcaldesa Marín ha estado en el centro de la diana, el interés de sus rivales ha sido desgastarla por la única vía en la que ella no podía incidir más que reiterando que actuó adecuadamente. Y así lo ha reconocido la jueza. Es ante esta presión partidista donde aparece la colaboración del periodismo de la causa. El que interesadamente se impone a la que debería ser solo la causa del periodismo.

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