La nota | Artículo de Joan Tapia

Sánchez sale vivo

El presidente ha perdido credibilidad, no solo por la inflación, pero pese a las peleas mantiene la coalición que le apoya y logra aprobar su decreto económico

Pedro Sanchez

Pedro Sanchez / DAVID CASTRO

Joan Tapia

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¿Qué pasa tras el debate del estado de la nación? Aitor Esteban apoya al Gobierno, pero el PNV es muy suyo y solemnizó que ha pasado de la ilusión, cuando la investidura de Sánchez en enero de 2020, a un fuerte desánimo. Esteban no es el español medio, pero tiene olfato y por eso –no solo por interés, que también– apoyó a Rajoy y luego votó la moción de censura de Sánchez.

¿Por qué el clima político se ha degradado? España y el mundo han sufrido el desgaste de una pandemia inesperada y destructora. Y cuando el coronavirus preocupaba menos y las economías se reactivaban, el brutal resurgir de la inflación, que no esperaban ni los grandes bancos centrales, está hundiendo las economías familiares. Y la invasión de Putin ha roto las expectativas de futuro.

El presidente dice que no tiene la culpa, pero ha perdido credibilidad y, tras la derrota de AndalucÍa, las encuestas auguran una victoria del PP. La inflación no es solo nuestra, aunque con el 10,2% superamos en 1,6 puntos la media europea, y cuando se ha proclamado que todo iría bien porque en España había un Gobierno progresista, este 10,2% es un sonoro bofetón. Sí, se siguen creando empleos, pero el paro angustia a los que lo sufren y a sus cercanos mientras que el disparo de los precios irrita a todas las familias.  

Y el malestar crece porque el Gobierno no solo está dividido, sino que lo manifiesta cada día. ¿Cómo confiar en un Gobierno dividido en casi todo –impuestos, vivienda, Marruecos, OTAN…– y que solo recupera la moral cuando maximiza la ideología con un discutible impuesto extra a la banca? Quizá cargar contra la banca, que salió moralmente tocada de la crisis financiera, sea un buen reclamo electoral. Pero no hay este recargo (al contrario que el de las eléctricas) en ningún país europeo. Y no parece lo adecuado ante una crisis que por su gravedad exige más pragmatismo que ideología.

Sánchez lo tenía difícil. Predicó el bienestar continuo y creciente –casi el paraíso terrenal– y ahora la promesa naufraga y el futuro se ennegrece. Pero no perdió. Es un experimentado parlamentario y el formato –tiene ilimitado tiempo de palabra– le beneficia. Además, Feijóo, que no es diputado, no le podía replicar. Y Cuca Gamarra tiene garra, pero recordó al PP de siempre. No se puede comparar el espíritu de Ermua, contra una ETA desaparecida hace 10 años, con la oposición a Sánchez por los pactos con Bildu. En la segunda réplica mejoró, pero el nuevo PP perdió una oportunidad. Al triunfo andaluz no le ha seguido una firme apuesta por morder en el centro.

Pero, sin demonizar a Bildu, al Gobierno le falta algo cuando un aliado estratégico es un grupo cuya portavoz proclama –en plena guerra de Ucrania– que la OTAN es “una organización belicista”. No empatiza con pequeñas naciones como Estonia y Lituania. Claro que más grave es lo de Podemos. Lo dijo Cuca Gamarra, ¿con quién aprobará Sánchez el comprometido aumento del presupuesto de Defensa?  

Pero Sánchez ha salido vivo y ha logrado aprobar tanto el segundo decreto económico (incluso con la abstención del PP) como la reforma del poder judicial y la ley de memoria histórica. Quizá porque sus aliados, que a menudo le reprueban, creen –lo insinuó Aitor Esteban– que no pueden permitirse un Gobierno del PP. Y se confirmó que el PP sigue con las asignaturas pendientes de Euskadi y Catalunya.

El debate deja la impresión de que mientras PSOE y PP sigan atrapados en dos bloques enfrentados (e inconsistentes) costará afrontar una crisis tan disruptiva.

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