La campaña militar (54) | Artículo de Jesús A. Núñez Villaverde

La recuperación de Jersón, nueva prioridad ucraniana

Queda claro que hoy Rusia no está en condiciones de acumular más y mejores tropas en la región para mantener sus posiciones, y mucho menos para completar la tarea en el frente sur

Un soldado ruso hace guardia cerca de la central hidroeléctrica de Kakhovka, cerca de la ciudad ucraniana de Jersón. La foto fue tomada durante un tour para los medios organizado por el Ejército ruso

Un soldado ruso hace guardia cerca de la central hidroeléctrica de Kakhovka, cerca de la ciudad ucraniana de Jersón. La foto fue tomada durante un tour para los medios organizado por el Ejército ruso / EFE / SERGEI ILNITSKY

Jesús A. Núñez Villaverde

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Desde el arranque de la invasión rusa de Ucrania existe un punto negro en la extraordinaria defensa que hasta hoy han desarrollado las fuerzas armadas ucranianas: Jersón. Apenas una semana después del inicio de los combates, Moscú ya controlaba no solo esa ciudad sino la práctica totalidad del 'oblast' al que da nombre. Y ahora, tras la pérdida de Lugansk, todo indica que Kiev está decidido a recuperar Jersón a toda costa.

Visto en retrospectiva y en comparación con la exitosa defensa de Kiev, resulta chocante que las fuerzas que defendían inicialmente Jersón no fueran capaces de ofrecer más resistencia a las fuerzas rusas. Se habla de problemas políticos, derivados de la existencia de actores prorrusos entre los responsables políticos locales, pero todavía se desconocen las razones que llevaron a no suministrar suficientes armas a los voluntarios de la zona o a no destruir los puentes sobre el río Dniéper, para dificultar al menos el avance ruso, y los que conectan con la península de Crimea, en manos rusas desde 2014.

Como resultado de aquello, Jersón es la única ciudad al oeste del río Dniéper que está bajo control ruso. Pero más allá de ese revés simbólico, el dominio ruso de todo el 'oblast' supone contar con una sólida base para consolidar el control de Crimea y para poder plantearse el desencadenamiento de una ofensiva general contra Odesa (a través de Mykolaiv) o contra Zaporiyia, con intención de conectar con Transnistria, por un lado, y con Donetsk, por el otro. Una situación tan amenazante para Kiev que se entiende su intención de recuperar la región, tanto para reactivar la moral de combate como para seguir soñando con la expulsión de todas las tropas rusas de Ucrania.

En esa línea hay que interpretar los llamamientos del Gobierno ucraniano a la población civil para que abandone la región cuanto antes, intentando reducir los llamados daños colaterales y evitando que las tropas rusas puedan emplearla como escudos humanos ante la inminente contraofensiva. Un contraataque que ya ha comenzado con acciones puntuales en diferentes localidades que han vuelto a manos de Kiev, con la acción de los grupos insurgentes que desde el inicio de la ocupación procuran debilitar a las tropas rusas en una labor violenta de desgaste y, cada vez más, con fuego de artillería, aprovechando la mayor precisión del nuevo material que diferentes países occidentales están suministrando a Ucrania.

Por su parte, Rusia parece haber abandonado definitivamente su plan, anunciado el 12 de marzo, de celebrar un referéndum que sirviera para proclamar una nueva “república popular”, a semejanza de las que promovió en Donetsk y Lugansk. Igualmente, cabe entender que los ocupantes rusos no van a facilitar de ningún modo la salida de los civiles hacia otras regiones en manos de Kiev; pero también queda claro que hoy no está en condiciones de acumular más y mejores tropas en la región para mantener sus posiciones y, mucho menos, para completar la tarea en el frente sur.

En todo caso, todavía estamos en los prolegómenos de una acción militar que, para lograr su objetivo, debe no solo impedir los refuerzos rusos desde la península de Crimea, donde Rusia cuenta con recursos terrestres y navales no empleados todavía, sino también los que puedan llegar desde el mar, donde Moscú cuenta con una innegable ventaja. Una ventaja potencial, de cualquier modo, que Moscú tampoco ha sabido traducir en un mayor control territorial. Mientras tanto, Ucrania sigue aumentando día a día sus arsenales.

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