Artículo de Ana Bernal-Triviño

Siempre llegamos tarde

Cada verano vuelven los mismos titulares y es inevitable preguntarse hasta qué punto gran parte se debe a la falta de previsión y prevención

La ola de calor activa la alerta en Galicia

La ola de calor activa la alerta en Galicia

Ana Bernal-Triviño

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Olas de calor, covid, incendios, inmigración… Cada verano vuelven los mismos titulares y es inevitable preguntarse hasta qué punto gran parte se debe a una falta absoluta de previsión y prevención. El resultado, cuando llegan estas noticias, es que parece que siempre llegamos tarde por falta de voluntad, recortes o políticas nefastas.

Nos han anunciado otra ola de calor en estos días. Y parece que se reacciona como si fuera algo imprevisto, cuando es lo que nos espera cada vez más. El negacionismo contraataca quitando importancia a lo grave. Al final, aunque desde la ciencia advierten de que vamos tarde, la falta de compromiso de todos los países y empresas más contaminantes es muy dispar. Los plazos de las medidas eficaces son a largo plazo. Se diseñan ciudades que ignoran estas olas, con calles ausentes de sombras de árboles que bajen las temperaturas. Y se habla poco de las migraciones por el cambio climático, cuando sucederán en nuestra propia casa. Mientras, pensamos que el mundo es inagotable y así nos va.

Hacemos como que no pasa nada, vienen las olas de calor y luego lamentamos los incendios. Y cuando llegan se habla de ausencia de mantenimiento y limpieza de los cortafuegos y montes o de la falta de recursos y de personal. El impacto es no solo medioambiental sino también social y económico. Desde vidas que se pierden –de los vecinos, o de unos bomberos que se arriesgan al máximo– a cambios forzosos de residencia, falta de comida para el ganado y destrucción de los propios recursos naturales imprescindibles para la sostenibilidad de los entornos rurales. La inmensa mayoría de esos incendios, advertidos de las olas de calor y con el aprendizaje de otros, pueden evitarse. Pero vemos que no.

En esta nueva ola de covid, como en otras anteriores, algunos centros de salud y hospitales tienen picos que desbordan sus servicios de urgencias. Con el añadido de que es un personal que ya viene de un intenso trabajo y estrés durante la pandemia, con menos plantillas en algunas comunidades y con las vacaciones de verano a las puertas. Sobre las espaldas de este personal recaen las consecuencias de la falta de previsión, de hacer como si el covid ya no viviera entre nosotros, con una relajación absoluta de las normas, sin pensar en las personas más vulnerables. A ello se suman unos sistemas de salud débiles en gran parte de las comunidades y la falta de una pedagogía que insista en la salud pública y la prevención. Que esto no va de ti o de mí, sino de todos. 

Cada verano trae también, aún más con el mejor tiempo en la mar, la llegada de personas que huyen de países donde viven sin recursos porque ya han sido explotados por otros, huyendo de una guerra o de un conflicto armado o de los efectos del cambio climático… Decenas de circunstancias que, como hemos visto en semanas recientes, no solo se obvian sino que se responden con violencia. Se establecen políticas migratorias que distan de considerar como personas a quienes lo son, y en las que la geopolítica manda por encima de los derechos humanos.

Todos estos aspectos evidencian la falta de prevención ligada, en gran medida, a la inversión y la planificación. Pero luego está la educación como prevención, y ahí la ausencia de inversión es nula, porque se piensa que la educación es algo que no lo requiere. Así lo vemos con los asesinatos y violencias machistas. Desde la ley de 2004 está recogida la necesidad de educar para evitar la violencia de género. En cambio, las inversiones se siguen centrando en el daño ya hecho y bastante menos en esa sensibilización previa que pone la semilla para que las agresiones no se produzcan. Y lo mismo para combatir el racismo o la homofobia, como si los derechos civiles fueran secundarios.

Es desalentador que lleguemos a tantas cuestiones mal o tarde por falta de prevención. Y una se pregunta si es por torpeza, por desinterés o, peor aún, por interés. Lo que está claro es que cada verano nos encontramos con lo mismo. Y si no deja de repetirse, habrá que asumir que lo que se hace a día de hoy no sirve. Y que los cambios son necesarios y urgentes.

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