Aniversario del crimen

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Homenaje a Miguel Ángel Blanco

El acto en memoria del concejal asesinado por ETA permitió apreciar que el espíritu de Ermua está resquebrajado 25 años después

El rey Felipe VI, Pedro Sánchez, Iñigo Urkullu, Alberto Nuñez Feijóo y Meritxell Batet, durante el homenaje.

El rey Felipe VI, Pedro Sánchez, Iñigo Urkullu, Alberto Nuñez Feijóo y Meritxell Batet, durante el homenaje. / Javier Etxezarreta / EFE

El secuestro y posterior asesinato del concejal del PP de Ermua, Miguel Ángel Blanco, hace ahora 25 años, conmocionó a Euskadi y al resto de España y supuso un punto de inflexión en la movilización contra ETA gracias a la inmensa reacción ciudadana que desembocó en una unidad social y política inédita hasta aquel momento. El homenaje al edil asesinado celebrado este domingo ha permitido apreciar, sin embargo, como cinco lustros después aquel «espíritu de Ermua» está resquebrajado. Al acto, presidido por el Rey, asistieron el presidente del Gobierno, el lendakari y el líder del PP, pero faltaron el expresidente José María Aznar, durante cuyo mandato se produjo el vil asesinato, y algunas asociaciones de víctimas como la AVT, la mayoritaria. De hecho, el PP celebró su propio homenaje el sábado y a ese sí asistió Aznar. Esas ausencias, y las duras críticas de las derechas a Pedro Sánchez por sus pactos con EH Bildu, no lograron, no obstante, que el acto en memoria de Blanco perdiera lustre. Pero no era eso lo que merecía el recuerdo del joven concejal asesinado.

La justificación para esas ausencias han sido precisamente los acuerdos del Gobierno con la izquierda aberzale, en particular el último alcanzado la pasada semana sobre la ley de memoria democrática que prolonga el periodo a investigar hasta el año 1983, lo que ha levantado ampollas y ha llevado al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, a prometer la derogación de esta norma en cuanto llegue al poder. La nueva ley se votará previsiblemente en el Congreso en el pleno extraordinario del próximo jueves. Tampoco ayudó a mostrar una imagen de unidad en el acto del domingo la torpeza del alcalde socialista de Ermua que no previó en un principio la intervención de Marimar Blanco, la hermana del edil asesinado, en el homenaje, lo que, pese a la rectificación posterior, dejó un regusto amargo entre los populares. 

Sorprende, no obstante, que hayan pasado más de diez años desde que ETA dejó de matar y cuatro desde que anunció su disolución y que la banda terrorista siga estando tan presente para algunos en el debate político. El objetivo de los sucesivos pactos antiterroristas que se suscribieron durante décadas, empezando por el de Ajuria Enea, era conseguir que los etarras dejaran de matar y defendieran sus posiciones por vías políticas. Es lo que están haciendo ahora, aunque a las derechas españolas, y a algunos sectores socialistas, les cueste admitirlo. Pero ante las durísimas críticas que está recibiendo Sánchez por sus acuerdos con Bildu y las que en su día recibió el presidente Zapatero por entablar un proceso de paz, cabe recordar que tras el asesinato de Blanco en julio de 1997 fue Aznar el primero que autorizó una negociación con los etarras en febrero de 1999. Unas conversaciones que se celebraron en Zúrich y que no prosperaron. La unidad política frente a ETA no se rompió entonces, como sí ocurrió en el proceso de Zapatero en 2005, porque el PSOE apoyó el intento del Gobierno del PP de buscar un final dialogado.

Afortunadamente, todo eso es ya historia. Queda pendiente, sin embargo, la batalla por el relato, por establecer una memoria de lo que ocurrió ajustada a la realidad. Eso requiere de nuevo de la unidad de los demócratas frente a quienes tratan aún de justificar el terror. Asentar esa memoria justa sería el mejor homenaje que se puede prestar a Miguel Ángel Blanco y a todas las víctimas.