Ágora

¿Juventud desconectada?

Hace falta un reconocimiento institucional real de la educación en el ocio, que nos reconozca como agente educativo clave, equiparándonos a los centros de educación formal

Arrancan las colonias de verano de la Fundació Pere Tarrés

Arrancan las colonias de verano de la Fundació Pere Tarrés / Fundació Pere Tarrés

Joan Morte

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Mucho se ha hablado de la juventud durante la pandemia, mayoritariamente en boca de personas adultas. Se la ha juzgado, se la ha acusado de poco solidaria, se ha mostrado una imagen sesgada, estereotipada y poco real. Pero la juventud que conocemos nosotros no es esa. Los monitores y monitoras que cada fin de semana acompañan a miles de niños que participan en centros y clubs de 'esplai', en 'caus' y en espacios de ocio son una juventud comprometida con su entorno y con la transformación social a través de la educación no formal. Son, si acaso, una juventud desconectada en muchos aspectos. En absoluto poco comprometida o acrítica con lo que le rodea, sino desconectada del 'statu quo', del 'establishment', de la casta. Alejada de una clase dirigente que se dedica más a la lógica de partidos que a hacer política de calle y de un Parlament donde no encuentra ni ilusión ni solución a sus problemas.

¿Qué creen ustedes que piensa un joven que no puede acceder a una vivienda digna y que ve como, día a día, se producen decenas de desahucios en nuestro entorno? ¿Cuán indignada debe estar una persona joven que no puede acabar la universidad porque estudiar ha resultado ser un privilegio para ricos más que un derecho universal, o una que se ve obligada a trabajar horas y horas en un trabajo precarizado? ¿Cómo ha de sentirse una juventud que percibe que existe una limitación clara en derechos sociales o que se encuentra con medios de comunicación, en connivencia con partidos políticos, que acentúan los discursos de odio en contra del feminismo, de las personas migradas o de los colectivos LGTBI?

Son solo algunas de las muchas preocupaciones que tiene nuestra juventud, y que, hay que decirlo, no son problemas solo de este colectivo. Porque, desgraciadamente, el dinero mueve este mundo y hace que el sistema solo funcione para unos pocos: los de siempre, los poderosos.

¿Qué solución les damos nosotros, desde el 'esplai', desde las entidades que trabajamos para la educación en el ocio? La educación en un espíritu crítico y por la transformación social. Nuestro concepto de educación pasa por dar la vuelta a este sistema y dejar atrás las injusticias y las clases sociales, para combatir las desigualdades y la falta de equidad en el acceso al ocio, un derecho universal que no se acaba de materializar.

Para hacer este trabajo como nos gustaría, sin embargo, necesitamos muchas cosas que ahora no tenemos. Más recursos económicos a través del convenio de ocio que lleva años congelado; locales y espacios dignos donde desarrollar nuestra labor; pero, sobre todo, un reconocimiento institucional real de nuestra actividad educativa y social, que ponga en valor el trabajo que hacemos y que nos reconozca como agente educativo clave, equiparándonos a los centros de educación formal. Las funciones son distintas, pero necesariamente compatibles. No podemos ir a rebufo de las escuelas, debemos poder hablarnos de tú a tú, que la Administración construya circuitos pedagógicos reales entre la educación en el ocio, los centros educativos y los servicios sociales. Este trabajo en red favorecería la detección en los espacios de ocio de necesidades y problemáticas que, en ocasiones, a menudo por falta de recursos, pasan por alto en las escuelas e institutos.

Con este apoyo, con ese reconocimiento de la labor educativa que miles de jóvenes ya están haciendo ahora mismo, voluntariamente, dedicando su tiempo libre a los demás para hacer de su barrio un mundo mejor, nosotros podemos hacer mucho. Podemos avanzar decididamente hacia una sociedad más justa donde predominen los valores que creemos universales y que aplicamos cada día a nuestra actividad pedagógica y social: la estima, el respeto, la escucha activa, el feminismo, la amistad, la inclusión, la sostenibilidad, la fraternidad, la igualdad, la tolerancia. "Pongamos al niño en el centro", hemos repetido a lo largo de toda la pandemia. Pero quizá ahora toca también situar en el centro a nuestra juventud, porque son un motor de cambio con un potencial inagotable.