Conocidos y saludados | Artículo de Josep Cuní

Dolors Genovès, en cuerpo y alma

Con sus reportajes televisivos, Dolors Genovès se propuso indagar y denunciar aquellas partes oscuras de la historia reciente sin las que una sociedad nunca puede sentirse liberada

Dolors Genovés, fotografiada en 2001

Dolors Genovés, fotografiada en 2001 / Sergio Lainz

Josep Cuní

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Cuando le preguntaron a Oriana Fallaci por el secreto de sus reportajes, la periodista italiana contestó: “Muy fácil. Yo decido de antemano si serán un drama o una comedia”. Y así fue como ilustró al mundo con las grandezas y las miserias del mismo mundo. Entrevistando para la historia a sus grandes líderes con la sagacidad de quien sabe desnudarles de sus falsos oropeles. Y describiendo los episodios más dolorosos de la segunda mitad del siglo pasado. Aquellos que dibujaron el paisaje global hoy cuestionado y alterado.

La última vez que la controvertida escritora ejerció de enviada especial fue en 1991. Guerra del Golfo. La primera. Sadam Husein invadió Kuwait y 34 países encabezados por Estados Unidos, con mandato de la ONU, se lanzaron a defender los petrodólares. Fue el primer conflicto bélico retransmitido en directo. Las televisiones mostrando estallidos de luces en plena noche. Los misiles seducían las pantallas y a través de ellas los intercambios diplomáticos completaban la narración de un conflicto que amenazaba con llevar a las tropas aliadas hasta Bagdad. Pararon. Tardarían 12 años en regresar para derrotar definitivamente al ‘rais’. Sadam Husein cayó como lo hizo su propia estatua. Irak sigue en conflicto.

Aquel año de guerra, Dolors Genovès i Morales (Barcelona, 17 de septiembre de 1954 / 5 de julio del 2022) ya lo vivió en TV-3. La habían incorporado al escueto equipo que editaba el primer informativo en directo del Canal 33. Allí coincidió con otras tres periodistas con las que formaría un grupo de trabajo, amistad, complicidad y entusiasmo que alargaba veladas y mantuvo los encuentros. De vez en cuando se permitían invitar al colega que supuestamente las dirigió en aquella corta pero edificante etapa. Y así fue como Esther Vera, Susana Morcillo, Pilar Antillach y la propia Dolors compartieron sanamente chismes y noticias, ansias y lamentos, siempre bajo la batuta de quien esta semana se fue, arrastrando la losa de una larga y pesada enfermedad.

“No puedes sobrevivir si no conoces el pasado”, afirmaba Fallaci mientras rebuscaba en el ayer su proyección del mañana. Y algo de esto persiguió Genovès con sus reportajes televisivos. Indagar y denunciar aquellas partes oscuras de la historia reciente sin las que una sociedad nunca puede sentirse liberada. Levantar las alfombras bajo las que descendientes aludidos deseaban mantener el polvo alérgico de sus antepasados. No huir de las polémicas fruto de la mirada crítica y enfrentarse a sus consecuencias en legítima defensa de su honestidad profesional.

Persona de carácter y decisión, coherente y leal, no siempre comprendida por sus superiores, consiguió zafarse de algunos de ellos tras rebatirles razones con la misma pasión que infundía a su trabajo. Y de determinadas divergencias oficiales emanó la soledad de su dedicación ironizada cuando, hablando de equipo, sabía que solo había contado con el técnico y a tiempo parcial. Pero nunca desistió. Y de una nota a pie de página extraía otra historia de la historia que interpretaba a tenor de su mirada, por supuesto. Porque, como Oriana Fallaci, Dolors Genovès siempre supo que “el momento en el que renuncias a tus principios, a tus valores, estás muerta. Tu cultura está muerta. Tu civilización está muerta. Punto”. Y final, amiga.

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