Artículo de Jordi Casabona
Jordi Casabona

Jordi Casabona

Médico epidemiólogo. Campus de Can Ruti. Director científico del CEEISCAT. Secretario del Grupo de ITS de la Sociedad Española de Enfermedades Infeciosas y Microbiologia Clínica (SEIMC).

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Covid-19, normalizar la "nueva normalidad"

Ya veremos qué sorpresas nos tiene reservadas el virus, pero seguro que tendremos que surfear más olas y más vale que no sean muy altas

Las comunidades descartan obligar al uso de mascarilla en interiores

Las comunidades descartan obligar al uso de mascarilla en interiores

Impresionantemente la descripción molecular del SARS-CoV-2 se consiguió en semanas y las primeras vacunas, en menos de un año después de los primeros casos de covid-19. Pero aunque la medicina cada vez es menos arte y más ciencia, continúa teniendo un grado de incertidumbre que evidentemente es más importante en fenómenos nuevos y especialmente poblacionales, pues intervienen factores biológicos, conductuales, logísticos y político-sociales. Ya sea por ignorancia o por interés, durante el principio de la pandemia algunas de las declaraciones de políticos, expertos o aspirantes a serlo, ahora hacen enrojecer a más de uno.

Entre el mitos que circularon destacan que al virus el “calorcito veraniego” le sienta fatal y que una vez logrado un determinado porcentaje de población infectada naturalmente o vacunada, la inmunidad de grupo frenaría la propagación. La ola del verano de 2021 ya demostró que el SARS-CoV-2 no hace vacaciones y tanto le da el frío que el calor. La aparición de las recientes subvariantes B.1.4 y B.1.5 del Omicron, más transmisibles que las anteriores y sobre todo con capacidad de escaparse de la protección que tendría que inducir la infección o la vacuna, explica el gran número de personas que se vuelven a infectar y demuestra que la inmunidad de grupo no será suficiente para mantener el número de nuevas infecciones por debajo de un nivel aceptable. Para conseguirlo será necesario usar de forma continuada todas las medidas farmacológicas y no farmacológicas disponibles. Es importante, primero porque a pesar de que estas variantes en una población vacunada son menos virulentas que las anteriores, continúan teniendo un impacto relevante en la morbi-mortalidad de personas vulnerables (inmunosuprimidas, con co-morbilidades o edad avanzada); y segundo, para preservar la funcionalidad del sistema sanitario que tiene que continuar dando servicio al conjunto de la población. En estos momentos en Catalunya hay más de 2000 pacientes ingresados y una media de 75 defunciones semanales directa o indirectamente relacionadas con el covid-19.

Las vacunas, a pesar del escape inmunológico, continúan previniendo casos graves, pero hasta que no haya fármacos o vacunas más efectivas para evitar la infección y sus peores consecuencias (que incluyen la enfermedad grave y muerte, pero también el misterio del Síndrome del covid Persistente), hay que creerse y usar las medidas no farmacológicas que tenemos al alcance: ventilación, poca densidad de gente y mascarilla. Las actuales recomendaciones del Departament de Salut obligan a usar la mascarilla en transportes públicos, espacios sanitarios y farmacias; pero en el metro el otro día conté que 4 de cada 10 pasajeros no la llevaban. El verano es tiempo de encuentro y de fiesta y las interacciones sociales dentro y fuera de la familia aumentan exponencialmente. Como ha dicho el Departament de Salut, con la actual circulación del SARS-CoV-2, es aconsejable también el uso de la mascarilla en concentraciones en los interiores, por parte de las personas vulnerables y aquellas que están en contacto.

Lo más efectivo para cambiar una conducta es la percepción inminente de riesgo personal. En el caso del SARS-CoV-2 es obvio que no es suficiente, hay que entender además que la protección personal es parte de la salud de todos y especialmente de los más débiles y por eso, aparte del bien común como valor -desgraciadamente más consolidado en otras culturas que en la nuestra-, hace falta también desvincular la mascarilla de cualquier simbología ideológica y crear el correspondiente estado de opinión social, como se ha hecho con otros temas como el tabaco. Algunas culturas orientales, ya antes del covid habían incorporado el uso de las mascarillas en muchas situaciones cotidianas.

Pasará el verano y llegará el otoño, tradicionalmente un momento para vacunarse de la gripe y de nuevo del SARS-CoV-2. Ya veremos qué sorpresas nos tiene reservadas el virus, pero seguro que tendremos que surfear más olas y más vale que no sean muy altas. Desde la humildad por lo que no sabemos, pero desde la asertividad de lo que sabemos, tenemos que conseguir hacer compatible el uso efectivo de las medidas no farmacológicas, con el buen funcionamiento social y económico del país. Es decir, hacer normal “la nueva normalidad”. No será igual, pero será normal.

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