Artículo de Jordi Mercader

Sánchez-Aragonès, verse ya es mucho

Podría sospecharse desde el escepticismo que no se trata de moverse en ninguna dirección ni encontrarse en un punto intermedio, sino de mantener la reunión por la reunión como todo triunfo.

Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en el Camp Nou

Pedro Sánchez y Pere Aragonès, en el Camp Nou / Ferran Nadeu

Jordi Mercader

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¿Cuántas reuniones serán necesarias para fijar un encuentro entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès? De momento, tres contactos presenciales y se presupone que algunas llamadas telefónicas más entre el ministro Félix Bolaño y la 'consellera' Laura Vilagrà. Y eso que solo se trata, dicen, de una ocasión para restablecer la confianza perdida entre ellos, como si en algún momento la confianza y la lealtad institucional hubieran desbordado en una relación marcada por los muy legítimos propósitos de mantener la mayoría parlamentaria en el caso del líder del PSOE y de la voluntad del dirigente de ERC de sostener un plan alternativo al de sus socios de Junts, atascados en la unilateralidad.

La apariencia de movimiento es la base elemental de la política de comunicación. El problema está en que el Gobierno central y el gobierno autonómico creen que la solución para los males de Catalunya debe buscarse en direcciones opuestas. Ninguna de las partes está dispuesta a ofrecer más horizonte que los unos la independencia como bálsamo y los otros la Constitución como remedio. A estas alturas, podría sospecharse desde el escepticismo que no se trata de moverse en ninguna dirección, ni mucho menos encontrarse en un punto intermedio, sino de mantener la reunión por la reunión como todo triunfo.

La modestia en el objetivo no les ahorra a los protagonistas la dificultad para materializarlo. Ahora mismo, el obstáculo señalado son las escuchas telefónicas a unos cuantos dirigentes independentistas. El asunto está en los tribunales y ha provocado el cese de la directora del CNI. ¿Qué espera obtener Aragonès de Sánchez que el presidente del Gobierno no haya dicho en el Congreso? El margen es minúsculo. Pero deben verse para salvaguardar lo poco que les queda: convertir sus 'titánicos' esfuerzos para superar los impedimentos que entorpecen su apuesta por el diálogo en abstracto como el gran objetivo político de su relación. O lo único que pueden capitalizar, al menos entre sus electorados más fieles.  

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