Artículo de Martí Saballs

Una respuesta de Rosell

Manifestación en el barrio del Besòs i el Maresme contra la inseguridad

Manifestación en el barrio del Besòs i el Maresme contra la inseguridad / periodico

Martí Saballs Pons

Martí Saballs Pons

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- «¿Tiene sensación de inseguridad en la calle (en Barcelona)?»

- «Viví cuatro años en Río de Janeiro y no me pasó nada. Aquí han atracado dos veces a mi mujer.»

Sandro Rosell, expresidente del Barça y presunto candidato a alcalde de Barcelona, respondía así a una de las preguntas en la entrevista recién publicada por EL PERIÓDICO.

Todos tenemos un larguísimo anecdotario sobre (in)seguridad en grandes ciudades. Cuando vivía en Buenos Aires sufrí un atraco a mano armada en un restaurante de San Telmo y fui asaltado por cinco adolescentes saliendo de la Bombonera, campo de fútbol del Boca Juniors. En Nueva York, Madrid, Lisboa y Barcelona, ciudades en las que he vivido, nunca me ha pasado nada. Esto no quita que esta noche, cuando regrese a casa después de cenar, pueda tener un susto alrededor de la Diagonal.

Con esta frase, Rosell pone de manifiesto una de las principales preocupaciones de los barceloneses: la sensación de inseguridad que ha obligado a los ciudadanos a andar con más ojo avizor. Tanto en las viviendas como en la calle, da igual de qué barrio se trate. Afecta a los indígenas y a los turistas. Son siempre robos que en algunos casos, al ser forzados, pueden acabar con un susto, incluso la hospitalización de la víctima.

Cuando Rudolph Giuliani accedió a la alcaldía de Nueva York en enero de 1994 se propuso como primer objetivo combatir el crimen en una ciudad con 2.500 homicidios anuales. Lo logró. Utilizó desde pequeñas medidas quirúrgicas y estéticas (limpieza en las calles, parques y en el transporte público) hasta el incremento de la presencia policial a todas horas y en todos los sitios. Empezaron los felices años 90 en una ciudad que resucitó tras años de declive. Los homicidios anuales bajaron a 500. Nueva York se hizo más atractiva para vivir y montar negocios. Como contrapartida: los precios, desde la vivienda al ocio, empezaron a subir a la estratosfera. Con el tiempo, Giuliani, ese gran alcalde de Nueva York, acabó convirtiéndose en uno de los principales asesores de un tal Donald Trump.

Barcelona no está tan mal como venden sus detractores, de aquí y del más allá madrileño, que aspiran a que Valencia y Málaga se conviertan en los nuevos centros de poder inversor en el mediterráneo español. Hay quien vive de la nostalgia del pasado barcelonés y recuerda tiempos pretéritos. Seguro que estas personas, críticas con la ciudad actual, ya no realizan trasiegos nocturnos para observar su vitalidad. Pero Barcelona tampoco cabe entenderla en plan mundo de Yupi, como asume la alcaldesa en cualquiera de sus parlamentos. Ada Colau parece no ser consciente de la suciedad que hay en muchos barrios o del caos circulatorio que se origina en horas punta debido a políticas de movilidad mal aplicadas. En muchas políticas públicas no se han analizado los escenarios que podrían causar las decisiones que se han ido tomando.

Una ciudad se convierte en atractiva para atraer inversiones y talento por muchos factores: estilo de vida, ocio, oferta sanitaria y educativa, infraestructuras de toda índole, clima, nivel de tolerancia y libertades, equilibrio social, seguridad ciudadana y seguridad jurídica. Y si una ciudad va bien, que nadie se haga trampas al solitario, habrá más riqueza y será más cara. Redefinir Barcelona es uno de los pasatiempos ciudadanos.Hay que hacerlo desde el realismo, sin masoquismo ni exceso de euforia.

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