Artículo de Oriol Amat

Gestionar en tiempos de incertidumbre

Si planificamos a futuro, hagámoslo con diferentes escenarios y reaccionando con rapidez y flexibilidad a las nuevas situaciones que se vayan produciendo

Ukrainian prisoners of war released as part of a prisoners swap with Russia

Ukrainian prisoners of war released as part of a prisoners swap with Russia / Defense Intelligence Ministry of

Oriol Amat

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Si hay algo que caracteriza la situación actual es la incertidumbre sobre lo que nos depara el futuro a corto y medio plazo. En estos momentos, fenómenos como la pandemia, la invasión de Ucrania, los problemas de suministro o las tensiones inflacionistas lo ponen muy difícil para anticipar lo que sucederá en los próximos meses.

Por un lado, tenemos las mutaciones con las que nos va sorprendiendo el covid y las sucesivas olas de contagios. Por otro lado, las noticias que llegan de Ucrania no nos permiten pensar que la guerra pueda entrar en vías de solución a corto plazo. Las tensiones inflacionistas, que ya habían aparecido antes de la invasión de Ucrania, están agravándose con porcentajes por encima del 8%, algo que no habíamos visto desde casi 40 años. Para complicarlo más, las tensiones en las cadenas de suministro se están agravando. Y muchas empresas no encuentran a las personas que necesitan. Todo ello configura un cóctel con demasiada incertidumbre, lo que no es bueno ni para la economía ni para nuestra salud mental.

Según el Fondo Monetario Internacional, el nivel de incertidumbre actual es de los más altos de las últimas décadas. Pero para ponerlo en contexto, siguiendo con el FMI, es un nivel de incertidumbre menor que el que había en octubre del 2008, cuando estalló la crisis financiera mundial; y mucho menor que el nivel máximo de incertidumbre de los últimos 30 años, que se produjo en la primavera del 2020, cuando en pleno confinamiento aún no se sabía que en pocos meses ya se dispondría de vacunas efectivas contra el covid. Pero, igualmente, el nivel de incertidumbre actual es muy elevado. De hecho, es el término que aparece de forma recurrente en cualquier análisis de la situación actual. Por ello, surge la pregunta de cómo podemos afrontarlo.  En primer lugar, como la incertidumbre provoca ansiedad y estrés, hay que conseguir que no cunda el pánico y priorizar a las personas; ya sea el equipo humano, los clientes, o cualquier otra parte interesada. Esto significa proporcionar información, conocer sus intereses y preocupaciones e intentar dar el máximo apoyo posible.

En segundo lugar, es muy complicado hacer presupuestos sobre el futuro. Un aspecto novedoso de la situación actual es que no tienen probabilidad cero ni los escenarios más optimistas (el virus desaparece, Rusia y Ucrania firman la paz…) ni los más pesimistas (aparecen mutaciones más letales del virus, Putin pulsa algún botón nuclear…). Por ello, es muy importante la flexibilidad. Si planificamos a futuro, hagámoslo con diferentes escenarios y reaccionando con rapidez y flexibilidad a las nuevas situaciones que se vayan produciendo. En tercer lugar, como los riesgos existen, la mejor herramienta para protegernos es la prevención, y para ello nos hemos de concentrar en lo que está bajo nuestro control. Hemos de fortalecer nuestra competencia en gestión de crisis. En tiempos de tormenta, la prevención implica fortalecer la tesorería por si todo se complica. Hay que replantear o diferir aquellas inversiones que no sean imprescindibles. Y, si podemos, también hay que apretarse el cinturón con los costes y reducir los niveles de deuda, sobre todo teniendo en cuenta que los tipos de interés irán aumentando a medida que se complique la inflación.

En cuarto lugar, no podemos despistarnos desaprovechando las oportunidades que siguen apareciendo, ya sea con las nuevas tecnologías o las nuevas necesidades de los clientes. Y como nos recuerda el dicho popular: “Hay que comprar cuando resuenan los cañones y vender al son de los violines”, que significa que en años complicados se pueden hacer muy buenas adquisiciones.

En resumen, hay que fortalecer nuestra resiliencia, o sea, nuestra capacidad para afrontar la adversidad, con flexibilidad, concentrándonos en aquello que está bajo nuestro control, cuidando a las personas y aprovechando oportunidades. Un apunte final: a pesar de todos los pesares, la creación de empresas está creciendo con fuerza. Y aunque las cifras del paro y la calidad del empleo no son para tirar cohetes, estamos en el nivel más bajo de desempleo de los últimos 14 años. Seguimos.

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