Artículo de Gemma Altell

Ofensiva ultraconservadora: ¿qué vendrá después del recorte de derechos en EEUU?

Siempre ha sido un objetivo político el control de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Que EEUU de un paso en esta dirección legitima el discurso de la ultraderecha

Nueva York levanta su voz con rabia contra fin del derecho al aborto en EEUU

Nueva York levanta su voz con rabia contra fin del derecho al aborto en EEUU / Sarah Yáñez-Richards

Gemma Altell

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Ya sabíamos que EEUU no era el país de las libertades que nos han intentado vender siempre. La democracia –cuando no va acompañada de políticas que reduzcan las desigualdades– no puede ser democracia. Ahora bien, la sentencia del Supremo de hace unos días que deja en manos de los estados la potestad de prohibir el derecho al aborto deja claro, negro sobre blanco, cómo el país que durante muchos años ha pretendido ser un ejemplo de libertad vivía y vive en una doble moral permanente. Las libertades solo lo son en EEUU siempre que la ciudadanía viva de acuerdo con los valores morales (y sobre todo religiosos) de los poderes políticos.

Sabemos que el hecho de que la Constitución de EEUU no pueda garantizar el derecho al aborto en todo el país no es menor. Es directamente un recorte de este derecho que –con matices– ya estaba consolidado. Sabemos también que esta decisión es una hipocresía. Las desigualdades sociales tienen siempre una incidencia directa en el recorte de derechos de la ciudadanía, y más concretamente, en el derecho al aborto. Cualquier mujer que tenga la capacidad económica para abortar podrá seguir haciéndolo. Puede desplazarse a otro estado o fuera del país y hacerlo. Al igual que los ricos evaden impuestos, aunque la ley lo prohíba.

El control sobre las vidas de las personas con pocos recursos económicos siempre es mucho mayor por parte de los mecanismos tecnocráticos del Estado. Es sobre todo por eso que la democracia estadounidense es un fraude. Que las personas no puedan ejercer todos sus derechos de ciudadanía –como votar– porque son consideradas ilegales (como en España, por ejemplo), o el hecho de que la situación económica determine el ejercicio de los derechos de unas personas frente a otras (como el derecho a la vivienda, o el derecho a la salud) nos habla de países que no garantizan la democracia plena.

El impacto de la prohibición del derecho al aborto en algunos estados pone a las ciudadanas de los estados más conservadores de EEUU en una situación de muy alta vulnerabilidad por diversos motivos. En primer lugar, porque elimina la capacidad de decidir sobre sus cuerpos y la posibilidad de ser madres o no. Es el Estado el que decide sobre ellas y sus opciones vitales. En segundo lugar, porque hay mucho más riesgo para sus vidas debido a la posibilidad de que decidan optar por un aborto ilegal, con todo lo que supone para sus vidas y por las posibles consecuencias legales. En tercer lugar, se profundiza más en la feminización de la pobreza, poniendo de nuevo sobre los hombros de las mujeres en situación económica más precaria una mayor responsabilidad y perpetuación de su situación social.

Los contextos que nos llevan a las mujeres a abortar han sido, son y serán muy diversos, pero en un mundo que –supuestamente– está tomando conciencia de la necesidad de la mirada feminista, obviar que las violencias machistas o la vulnerabilidad económica son dos razones importantes para abortar –dos razones que, cínicamente, se invisibilizan en esta decisión del Supremo– implica una voluntad clara de establecer políticas neoliberales y clasistas que profundizan más en las desigualdades entre las personas, especialmente entre las mujeres. Ahora bien, lo más importante a señalar como consecuencia de esta decisión es la vuelta al mensaje de que la vida y los cuerpos de las mujeres deben ser regulados y tutelados políticamente. Que las mujeres –insisto, sobre todo aquellas que no pueden “saltarse la ley” con dinero– carecen de autonomía sobre sí mismas. Y va más allá: esta decisión vuelve a reforzar el estereotipo del cuidado y la maternidad como la misión más importante en la vida de las mujeres.

Desgraciadamente, EEUU no es un caso aislado. Sabemos que la ofensiva ultraconservadora está creciendo en Europa y tiene un impacto muy alto en las vidas de las mujeres. Siempre ha sido un objetivo político el control de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Así, el hecho de que EEUU de un paso en esta dirección legitima los discursos de la ultraderecha y contribuye a la gran mentira que significa hablar de la “defensa de la vida”, como si el derecho al aborto no fuera una defensa de la vida y de los derechos humanos de las personas.

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