Artículo de Xavier Bru de Sala

La escalada de Putin y nuestro malestar

Después de varios decenios de tranquilidad sobre las posibilidades de vernos afectados por un conflicto armado, cuesta un poco salir del caparazón protector y contemplar cara a cara el riesgo creciente

Putin attends Day of Remembrance and Sorrow ceremony in Moscow

Putin attends Day of Remembrance and Sorrow ceremony in Moscow / MIKHAIL METZEL / KREMLIN POOL /

Xavier Bru de Sala

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Cumbre prebélica de la OTAN. La primera con estas características desde la Guerra Fría. Después de varios decenios de tranquilidad sobre las posibilidades de vernos afectados por un conflicto armado, cuesta un poco salir del caparazón protector y contemplar cara a cara el riesgo creciente. Ahora, por primera vez, la guerra no está lejos. Ahora, por vez primera, deteriora nuestro bienestar. Es bastante probable que la erosión prosiga, tanto por las consecuencias económicas como porque nos pilla justo después de la pandemia, con la deuda y la inflación disparadas. Y sobre todo porque este horror no es comparable a la Guerra de Yugoslavia, que empezó hace 30 años y duró 10. Aquel conflicto era local. Nuestra afectación, de orden moral y emocional. La OTAN, es decir Estados Unidos, lo detuvo dos veces en seco con un principio de intervención directa. Los serbios entendieron enseguida el mensaje de las bombas aliadas y abandonaron las hostilidades.

Al contrario de aquella agresiva pero geoestratégicamente insignificante Serbia de Milosevic, la Rusia de Putin ha saludado a la cumbre de Madrid con una escalada muy significativa. El bombardeo de un centro comercial en el centro de Ucrania, lejos de los escenarios de batalla. El mensaje está claro para aquellos que consideran que Rusia ha fracasado en su intento de apropiarse del país entero por las severas limitaciones de su capacidad. Esta es la posición oficial, fundamentada tanto en la retirada de la columna que amenazaba Kiev, como en la confianza en la recuperación del terreno perdido por las fuerzas de Zelenski gracias al material sofisticado que suministra sobre todo Estados Unidos. De acuerdo.

Es probable que la hoja de ruta occidental sobre la evolución de la guerra se vaya cumpliendo. Las ambiciones territoriales del Kremlin o su influencia se ven severamente limitadas por el refuerzo de la OTAN, con el ingreso de Finlandia y Suecia y las tropas desplegadas cerca de Rusia. El hasta hace muy poco socio incómodo, ruso pero socio, es considerado ya de modo oficial como una amenaza directa. Las relaciones comerciales se reducen a lo imprescindible. Tendrá que pasar mucho tiempo o girarse Rusia como un calcetín para que deje de ser el enemigo de Europa y Occidente. La fuerza de la OTAN, sin rival, demuestra que estamos muy lejos de aquel mundo bipolar. Rusia se hunde porque no puede sostener esta guerra sin que se deterioren severamente las condiciones de vida de la población. ¿Desenlace no feliz pero sí victorioso? ¿Costes soportables para Europa, incluso para los habitantes de los países más endeudados y con mayor inflación? No nos dejemos arrastrar por el optimismo porque el final del túnel está todavía lejos.

Los drones y la artillería pueden dar la vuelta al curso de la guerra, sí, pero sin embargo Rusia dispone de dos armas. Una es la energía. Europa trabaja contra reloj ante la eventualidad del corte de suministro de gas en el próximo otoño. Aunque no se sufran restricciones, las facturas subirán. El otro es la escalada destructiva. En términos económicos, Rusia tiene el tamaño de Italia o Brasil. De gran potencia, nada de nada. Pero cuidado porque su arsenal es el segundo más destructivo del planeta. Es previsible pues que Putin compense las malas noticias intensificando la escalada de bombardeos sobre objetivos civiles. ¿Cómo frenar eso? ¿Hasta dónde es capaz de llegar? ¿Cómo responderemos? Las escaladas no son fáciles de detener, y menos cuando el que escala se lo ha jugado todo.

El malestar ya está aquí. El pronóstico es que debe empeorar. Y no por el norte del Mediterráneo, donde los suministros y la situación estarán controladas al precio que sea y hemos empezado a ver con horror. Final del dinero gratis por agotamiento. Inflación. Deuda desbocada. Incremento exponencial del gasto militar. Aunque el BCE logre frenar los ataques sobre la deuda de España e Italia, está claro que no habrá nuevos fondos disponibles. El maná se interrumpe en el peor momento, por lo que el nivel de vida de la inmensa mayoría se verá afectado a la baja. No el de los menos favorecidos, que ya está a un paso de convertirse en catastrófico, sino el de las clases medias. Por si acaso, que es el caso, es mejor que nos vayamos preparando.

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