El trasluz | Artículo de Juan José Millás

El decorado

Un hijo póstumo es el que nace tras la muerte del padre. No hay padre cuando el hijo viene al mundo. En su lugar, hay un vacío, un agujero por el que se entra en un mundo raro

Como en un catálogo.El interior del piso amueblado.

Como en un catálogo.El interior del piso amueblado.

Juan José Millás

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Cierro los ojos y veo el interior de una vivienda en la que nunca he estado. Deambulo por ella por la curiosidad de ver. No estoy dormido, solo con los ojos cerrados. No he puesto ninguna voluntad en inventar este piso que se encuentra en una ciudad que desconozco. Parece deshabitado, aunque todo en él respira orden y limpieza. Abro un cajón de un mueble de la cocina y veo una cubertería de acero con diversos compartimentos para los tenedores, las cucharas, los cuchillos… Brillan como si les hubieran pasado una gamuza. Me pregunto qué hago allí y si al abrir los ojos regresaré al sofá de mi casa, donde me he tumbado para descansar, o me encontraré en esta casa desconocida. La idea me inquieta un poco, pero reprimo la tentación de levantar los párpados. 

Salgo al pasillo de la vivienda. Es ancho y una de sus paredes, la de la derecha, está forrada de libros colocados por orden alfabético. Saco uno al azar, leo la primera frase: “Fui un hijo póstumo”.

Lo cierro. Un hijo póstumo es el que nace tras la muerte del padre. No hay padre cuando el hijo viene al mundo. En su lugar, hay un vacío, un agujero por el que se entra en un mundo raro. “Hijo póstumo”, murmuro detenido en medio del pasillo. Luego devuelvo el libro a su hueco y abro una puerta que aparece a mi izquierda. Todo esto, repito, sucede con independencia de mi voluntad: no lo imagino, lo veo como se ve en el cine una película. En la habitación hay un hombre sentado en una silla. Ese hombre es mi padre y sostiene un cigarrillo encendido entre los dedos de la mano izquierda. Entonces pienso que no puede ser mi padre porque mi padre no fumaba. Se lo digo:

 -Mi padre no fumaba.

 -Sabrás tú lo que hacía tu padre -dice el hombre.

 En esto, suena el teléfono de la vida real, lo que me obliga a abrir los ojos para atenderlo. 

 -Diga -digo.

 Es mi hermano Ricardo o alguien que se hace pasar por él. Entonces miro a mi alrededor y siento que estoy dentro de un decorado que reproduce el salón de mi casa.

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