Artículo de Joaquín Rábago

Una cruzada moral como la de Ucrania impide los compromisos

Ese tipo de cruzadas representan un grave obstáculo para toda negociación en busca de un alto el fuego que termine cuanto antes con la actual carnicería, pues quien así la caracteriza solo puede contentarse con la victoria total

biden rueda

biden rueda / Brendan Smialowski / AFP

Joaquín Rábago

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Estados Unidos y la Alianza Atlántica han convertido la defensa de Ucrania frente al invasor ruso en una cruzada moral, algo que difícilmente admite negociaciones y compromisos.

Lo expresó con claridad el presidente de EEUU, Joe Biden, en su visita a Polonia, el país más beligerante frente a Rusia, donde afirmó que Ucrania está “en primera línea” del “eterno combate por la democracia y las libertades”.

Para el activista y estudioso de la guerra del Vietnam Richard Moser, las palabras del actual ocupante de la Casa Blanca recuerdan las de su antecesor, también demócrata, John F. Kennedy, a propósito de aquella otra guerra contra el comunismo asiático.

El problema es que ese tipo de cruzadas representan un grave obstáculo para toda negociación en busca de un alto el fuego que termine cuanto antes con la actual carnicería, pues quien así la caracteriza solo puede contentarse con la victoria total, escribe Moser (1).

La cruzada moral frente a la Rusia de Vladimir Putin cuenta en EEUU, pero también en Europa, con el apoyo tanto de los partidos conservadores como de la mayoría de los de izquierdas

Pero habría que preguntarse si la continuación indefinida de esa guerra, con la que EEUU quiere hacer sangrar a Rusia, es en interés de las clases trabajadoras de todo el mundo y, en especial, las de los dos países en conflicto.

En el caso de EEUU, Moser lo pone seriamente en duda, dado que la guerra con Rusia la pagarán también los trabajadores norteamericanos, que han visto dispararse el presupuesto militar de Washington mientras crece la inflación y se recortan beneficios sociales.

¿No está ocurriendo ya exactamente lo mismo en Europa? Las guerras, todas las guerras, solo pasan factura a los más pobres mientras engordan los bolsillos de los grandes empresarios y accionistas.

Las clases gobernantes y los partidos que las representan en los Parlamentos son duchos en conseguir que la gente vote muchas veces contra los que son sus intereses, algo que sabemos al menos desde Marx.

Mientras más dure la guerra de Ucrania, más dinero ganará la industria de armamentos, sobre todo la de EEUU, pero también todos aquellos sin escrúpulos morales que siempre se lucran con las crisis.

Y más sufrirá también al mismo tiempo otra lucha, acaso la más importante en este momento: la que ha de librar la humanidad contra el cambio climático, ahora relegada precisamente por culpa de un conflicto mucho más étnico que ideológico que jamás debió producirse.

¿Por qué, una vez estallada esa guerra ilegal, no se presionó, sobre todo desde el corazón de Europa, que es la más directamente afectada, a favor del compromiso diplomático que representaban los acuerdos de Minsk, negociados por franceses, alemanes, rusos y ucranianos?

¿Por qué se permitió, en cambio, que se impusiesen las tesis de Washington, que se proponía sobre todo dar un escarmiento a Rusia, pensando además en que una repuesta contundente a Moscú disuadiría a China de atacar un día a Taiwán?

El efecto inmediato de la cruzada moral con la que se trata de justificar la continuación de esta guerra ha sido desmovilizar al movimiento pacifista en todo el mundo.

Desmovilizarlo de momento porque, al menos en Estados Unidos parece que, a pesar de la omnipresente propaganda belicista, parece disminuir el apoyo de los trabajadores a un conflicto que les resulta lejano en la geografía y ajeno a sus intereses materiales. 

¿Ocurrirá también aquí en Europa, donde no hace más que subir el coste de la vida? ¿Serán al final los partidos populistas de extrema derecha los principales beneficiarios de la que se nos presenta como una cruzada moral?

(1) En 'Counterpunch'.

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