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Editorial
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Editorial
Una nueva OTAN para tiempos complejos
La cumbre debe plantear cómo cerrar el paso a la política agresiva de Putin, pero también plantear salidas viables, que no claudicaciones, al conflicto de Ucrania
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tiene razón cuando afirma que la cumbre de esta organización, que empieza este martes, es histórica. Efectivamente, la cumbre de Madrid tiene la ambición de hacer frente a un mundo nuevo, que plantea retos complejos en todos los ámbitos. También en el de la seguridad, marcado por la invasión de un país europeo, que llama a las puertas de la organización de defensa y de la Unión Europea, por Rusia. La guerra de Ucrania no será la única preocupación de los líderes atlánticos. El reto de China, como potencia emergente que aspira a liderar un nuevo orden internacional, presidirá, sin duda, la elaboración del Nuevo Concepto Estratégico que figura como el principal objetivo de la cumbre. Sin embargo, Ucrania dominará las urgencias, y la cumbre deberá decidir cómo responder a Vladímir Putin. Con qué recursos y armas, y con una hoja de ruta que permita abrir escenarios aceptables por Volodímir Zelenski y Putin.
La OTAN se reúne en un contexto muy diferente del que presidió la cumbre de Lisboa. Basta recordar que Rusia fue calificada entonces como un potencial «socio estratégico», mientras ahora aparece como la amenaza más activa. La voluntad deliberada de Putin de recuperar la influencia de la antigua Unión Soviética ha sido el principal desencadenante de la guerra. En consecuencia, la cumbre tiene ante sí el desafío de cerrar el paso a una política que busca la división y la destrucción de la UE y amenaza nuestro modelo de democracia. Deberá hacerlo ayudando a Ucrania a defender su soberanía, al tiempo que la UE y el G-7 abordan las consecuencias económicas y sociales del conflicto en el mundo.
Han cambiado los riesgos a los que se enfrenta la OTAN y ha cambiado su percepción entre los europeos. Hoy, más del 80% de los españoles son partidarios de la Alianza. En parte, hay que atribuirle a Putin este cambio de percepción. El mismo que ha llevado a Suecia y Finlandia a pedir el ingreso. Sin embargo, la guerra de Ucrania no lo explica todo. Las sociedades europeas ven con creciente temor ser las damnificadas de una colusión entre los intereses de China, Rusia y otros estados autoritarios, aunque eso tampoco debería implicar que se impliquen de forma acrítica en la estrategia de EEUU para el área del Pacífico. El mundo multipolar es una realidad, y conviene adaptarse a él, pero no a costa de la seguridad colectiva y de la renuncia a nuestros valores. De ahí la necesidad de una nueva OTAN capaz de hacer frente a estos tiempos complejos. Aunque para atajar las amenazas en el este y el sur de Europa, hace falta combinar una nueva arquitectura de seguridad con una política global que aborde los desafíos sociales y climáticos, y la defensa de la democracia y los derechos humanos.
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