La nota | Artículo de Joan Tapia

Desplome de la confianza

En un año las expectativas de futuro de los consumidores han caído un 40%, y el plan económico del Gobierno no tiene asegurada ni la aprobación en el Congreso

Pedro Sánchez.

Pedro Sánchez. / EFE

Joan Tapia

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El índice de confianza del consumidor (ICC), que elabora mensualmente el CIS, es un indicador económico y constata el estado de ánimo de los ciudadanos. Oscila entre 0 (mínima confianza, a la que nunca se llega) y 200 (punto máximo, también imposible de alcanzar). Y el ICC de junio, conocido este lunes, ha mostrado una brusca caída de la confianza.

En junio de 2021 el índice estaba en 97,5, no había aún percepción positiva, pero sí cierta esperanza en que las cosas iban a mejorar. Ahora la situación ha empeorado mucho pues el índice ha caído un 32,5%, hasta 65,8, respecto a hace un año. El pesimismo manda y lo más grave es que mientras el subíndice de la situación actual ha caído ‘solo’ un 21%, el que mide las expectativas de futuro se ha desplomado un espectacular 39,4%. En un año ha caído del 119,1, zona de 'confort' y de cauto optimismo, al 72,4, lo que indica un gran pesimismo. 

¿Por qué este desplome? Hay causas generales. Hemos pasado de la creencia en que la pandemia sería vencida y todo volvería a la normalidad a estar inmersos en una guerra caliente en territorio europeo que enfrenta, no directamente, a Occidente con Rusia, la segunda potencia nuclear del mundo. Y las perspectivas son de una guerra larga que va a afectar tanto al crecimiento (todas las previsiones se revisan a la baja) como a un disparo de la inflación que está forzando a los bancos centrales a cambiar su política monetaria. A pasar de ser benefactores, que inyectan dinero a la economía, a nerviosos vigilantes de la inflación. 

En América ha quedado claro: entre sostener la actividad o combatir el alza de precios, se frenará la economía. Eso sí, se procurará (sin garantías) que el aterrizaje no sea traumático. Y en España las cosas son más complicadas. El recuerdo de la crisis de 2008 está muy vivo y aunque el empleo se ha recuperado la inflación ha saltado en un año del 2% al 8,7%. 

Además, el Gobierno ha vendido un exceso de optimismo sobre el futuro que se ha acabado estrellando con los precios del supermercado. El paro afecta a los parados y al clima general, pero el alza de precios desbarata a las economías familiares directa y diariamente. Y la oposición, por el contrario, ha pecado -incluso cuando las cosas pintaban mejor- de catastrofista. La consecuencia es que los consumidores, confusos y desorientados, han perdido kilos de confianza. 

Más en el Gobierno porque es el que ha fallado en la previsión de inflación (aunque sea mundial) y el que tiene, si no todos los mandos de la economía, sí la responsabilidad. Y esto ayuda a entender lo que ha pasado en Andalucía. También que Sánchez haya reaccionado con un paquete de medidas económicas de 9.000 millones (a sumar a los 6.000 del plan anterior) que quiere contener la inflación y mitigar la situación de los más afectados. 

Habrá que analizar el plan con detalle, pero es difícil que la confianza se recupere porque el Gobierno ni tiene la mayoría asegurada para aprobarlo. El plan anterior pasó por los pelos y la importante ley de reforma laboral solo salió adelante porque un diputado del PP equivocó su voto.

Con la guerra de Ucrania sin solución a corto, la inflación disparada, un Gobierno dividido y sin mayoría, y un bloqueo de relaciones entre los dos grandes partidos, es normal que los ciudadanos estén desanimados. ¿Se aprobarán y serán efectivas las medidas económicas? ¿Se romperá la incomunicación entre Gobierno y oposición? La crisis es mundial, pero solo así la confianza podría mejorar. Un poco.

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