El autoritarismo controla los cuerpos de las mujeres
La interferencia en el derecho íntimo más íntimo, en la salud y en las propias aspiraciones de las mujeres se utiliza como carne de cañón para conseguir una mayor polarización en la batalla política
Sílvia Cóppulo
Periodista y psicóloga.
Licenciada en Psicología y Doctora en Comunicación. Profesora de Comunicación en la Universitat de Barcelona
Sílvia Cóppulo
"El autoritarismo comienza con el control sobre el cuerpo de las mujeres. El patriarcado necesita controlar la concepción; por eso coarta la libertad de reproducción. De ahí que el populismo de derechas, asentado sobre una base dictatorial, considere el feminismo un enemigo a abatir. Cuando Hitler fue elegido, cerró las clínicas de planificación familiar y declaró el aborto un crimen contra el Estado. Mussolini hizo lo mismo", escribía la norteamericana Gloria Steinem, leyenda viva del feminismo.
El derecho constitucional al aborto ya es historia en EEUU. El Tribunal Supremo más conservador de los últimos ochenta años ha tumbado el precedente sentado por la sentencia Roe contra Wade, que dio en 1973 rango federal a la libertad de las mujeres para interrumpir el embarazo. Se calcula que 26 de los 50 estados -los controlados por los republicanos- derogarán el derecho a abortar, aunque el 61% de la población global crea que el aborto debe ser legal en todas o la mayoría de las circunstancias, según publica el Pew Research Center.
La interferencia en el derecho íntimo más íntimo, en la salud y en las propias aspiraciones de las mujeres se utiliza como carne de cañón para conseguir una mayor polarización en la batalla política. Controlar los cuerpos de las mujeres para dividir, enconar a la sociedad y manipularla mejor. Se intenta frenar la revolución que está en marcha en este siglo XXI, la de la igualdad, porque, subordinando a las mujeres, el viejo mundo jerárquico rebrota. El que se apropia de las libertades de las personas y de su derecho a decidir.
Si ello ocurre en la cuna de la democracia moderna, en la vieja Europa debemos estar muy alerta y actuar. Decía la intelectual Simone de Beauvoir que el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los oprimidos. Vox, cada 8 de marzo, grita que la izquierda ha convertido el feminismo en violencia. Y que la violencia machista no existe. Así que el acto más valiente continúa siendo el de poder pensar por nosotros mismos en voz alta. Y no ceder ni un centímetro de nuestro poder.
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