Artículo de Marta Buchaca

Escribir ensayando

Soy más escritora que directora, por eso para mí el proceso de ensayo más que dirigir a actores es sobre todo reescribir la obra, pulirla, lograr que el elenco se la haga suya

Patio de butacas de un establecimiento cultural

Patio de butacas de un establecimiento cultural

Marta Buchaca

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Estos días me encuentro ensayando mi obra 'Quant temps em queda', que se estrenará dentro del Festival Grec en el Teatre Goya a partir del 15 de julio. Escribir teatro no tiene nada que ver con escribir una novela o relatos. En el caso de la narrativa, el escritor crea en la soledad del escritorio y, como mucho, usará algún lector de confianza para que le dé 'feedback' sobre lo que está escribiendo. Pero cuando decide que el material funciona, ahí se queda, no evoluciona. No suele pasar que, una vez publicada la novela o los relatos, los escritores cambien sus obras. En cambio, en el teatro, al menos en mi caso, es todo lo contrario. Generalmente, empiezo a ensayar con el texto 'acabado'. Una primera versión que, una vez terminada, leo en voz alta en mi casa para confirmar que funciona. Antes de dar la pieza por terminada siempre la comparto con cómplices de profesión, colegas con los que nos pasamos las obras y las comentamos y también con familiares o amigos de confianza, que no tienen nada que ver con las artes escénicas. Suelo escoger a gente que no va al teatro ni lee a menudo. Mi objetivo cuando escribo una obra es que llegue al mayor número de gente posible, no busco un público erudito ni entendido. Los comentarios de alguien que no está acostumbrado a leer ni a ir al teatro para mí son oro y suelo hacerles incluso más caso que a mis colegas dramaturgos. Empiezo los ensayos con un texto cerrado que sé que va a evolucionar. Como siempre que dirijo el primer montaje de una obra nueva, escojo el elenco y lo hago teniendo en cuenta que necesito actores que estén dispuestos a cambiar el texto. A menudo no es fácil para ellos, más de una vez tienen ya páginas y páginas aprendidas, y semanas después propongo cortarlas, cambiarlas, añadir escenas… Pero el teatro es trabajo en equipo y todos remamos hacia un mismo lugar.

Así es como estoy pasando estos días de ola de calor, con hojas tachadas, haciendo nuevas versiones por las noches y escribiendo con la complicidad de mi equipo. La obra, que leída el primer día funcionaba, con la suma de todos, y, sobre todo, siendo testada en el escenario, evoluciona hacia una versión mejorada, más viva, más real, más auténtica y también más divertida. Una versión final que hubiera sido imposible conseguir escribiendo en casa yo solita. Mis primeras obras no las dirigí yo, porque en principio dirigir no era una labor que me interesara demasiado, pero en seguida me di cuenta de que el teatro se escribe en el escenario. Que es ahí, con los actores, con las luces, con la música, que toma todo su sentido, que evidencia los errores y potencia los aciertos. Es agotador, se lo aseguro, pero la satisfacción de ver cómo crece un texto, cómo evoluciona y también la sensación de no estar sola, de hacerlo con la complicidad de un equipo que rema a la una en la misma dirección es lo más parecido al éxito. Uno de mis maestros, cuando empezaba, fue Javier Daulte. Él y Rafael Spregelburd aterrizaron en Barcelona y a algunos nos cambiaron la manera de entender y de escribir teatro. Si hasta entonces la palabra era lo más importante, ahora nos decían que lo que tenía más relevancia debía ser la situación. Y uno no puede escribir situaciones brillantes sentado en su escritorio. Daulte tiene una frase que siempre cito en mis talleres: “uno debe escribir como un niño y corregir como un matemático”. Y para mí esa escritura de niño, de juego, de libertad, también tiene lugar en los ensayos. Lo bien que lo pasamos ahora añadiendo situaciones, cambiando frases, reestructurando escenas enteras si hace falta, es lo más parecido a volver a la infancia. Soy más escritora que directora, de eso no hay ninguna duda, por eso para mí el proceso de ensayo más que dirigir a actores, que también, es sobre todo reescribir la obra, pulirla, lograr que todo el elenco se la haga suya. Después del juego y las risas viene el proceso de fijar la comedia, el momento de actuar como un matemático y, con precisión y disciplina,  fijar lo que funciona y descartar lo que no es necesario. Falta un mes para el estreno y hacía tiempo que no reía tanto en unos ensayos. Y supongo que, si nos divierte a nosotros, que nos la sabemos de memoria, lo mismo pasará con el público. ¡Qué ganas de compartirla con ustedes! Qué lujo poder hacer reír en los tiempos que corren. Mis cómplices y compañeros de juego son cuatro actores como la copa de un pino: Lluís Villanueva, Marta Bayarri, Betsy Túrnez y David Vert. Gracias por la complicidad y por la risas.

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