Tribuna de Astrid Barrio

Cambio de ciclo y cuestión catalana

Resulta difícil creer que con el encuentro entre Sánchez y Aragonès se puedan producir avances significativos porque el PSOE no se prestará a aparecer como un Gobierno que hace concesiones al independentismo

Madrid. 22.06.22. Política16:00 F El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, se reúne con la consellera de la Presidencia de la Generalitat de Cataluña, Laura Vilagrà. FOTO JOSÉ LUIS ROCA

Madrid. 22.06.22. Política16:00 F El ministro de la Presidencia, Relaciones con las Cortes y Memoria Democrática, Félix Bolaños, se reúne con la consellera de la Presidencia de la Generalitat de Cataluña, Laura Vilagrà. FOTO JOSÉ LUIS ROCA / JOSÉ LUIS ROCA

Astrid Barrio

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Se ha cumplido un año de la concesión de los indultos, una decisión necesaria y valiente por parte del Gobierno de España, pero desde entonces no ha habido ningún avance en la resolución de la cuestión catalana. Naturalmente se puede argumentar, y con razón, que los efectos de la pandemia primero, el alza de los precios de la energía después y los de la guerra en Ucrania por último han tenido a los gobiernos muy ocupados, e incluso se puede sostener que la celebración de elecciones en Castilla y León y en Andalucía aconsejaban prudencia al respecto, pero lo cierto es que el Gobierno de España parece haber eliminado la cuestión de su agenda de prioridades.

La llegada de Pedro Sánchez a la Moncloa hace ahora cuatro años permitió desinflamar la situación después de los hechos del otoño de 2017 y abrir una nueva etapa en la gestión del conflicto. Y así se plasmó en los 44 puntos contenidos en la Agenda del Reencuentro hecha pública en febrero de 2020. Pero fue sobre todo a partir de la investidura de Pere Aragonès como presidente de la Generalitat cuando pareció emprenderse la senda de la concordia por medio de la reactivación de la Mesa de Diálogo, a pesar de las reticencias de Junts per Catalunya, que llevaron a esta formación a desmarcarse de la misma. Sin embargo el balance del reencuentro es muy pobre.

Por desidia y partidismo se ha perdido una oportunidad de oro para afrontar algunos de los problemas estructurales que alimentan los discursos del agravio en Catalunya

No hay un diálogo sobre el futuro de Catalunya, solo una yuxtaposición de monólogos ante un Govern que no se mueve del referéndum y de la amnistía y de un Gobierno que no ofrece alternativa más allá del 'no'. No se ha hecho nada por evitar la judicialización de la vida política. No hay avances en el impulso a la regeneración ni a la memoria democrática. El sistema de financiación autonómica sigue sin renovarse y el Govern se sigue inhibiendo del asunto. Siguen sin cumplirse por parte del Gobierno de España los compromisos de inversión como así se hizo público semanas atrás. Además no se están impulsando las infraestructuras hasta el punto de que, ante la falta de acuerdo entre ERC y Junts per Catalunya, se retiró la previsión de invertir 1.500 millones en el aeropuerto de El Prat. Por no hablar de la defensa casi imperceptible de la candidatura a los Juegos Olímpicos de Invierno de 2030, por parte del Gobierno de España, con un ministro de Cultura y Deporte completamente ausente y con un silencio sepulcral ante la desleal actitud del presidente Javier Lambán.  Así pues, de reencuentro nada. La mayoría de cuestiones siguen bloqueadas y las relaciones entre los ejecutivos están muy maltrechas como consecuencia del 'caso Pegasus'.

Por ello y tras el susto de las elecciones andaluzas el Gobierno español se ha apresado a invocar de nuevo el diálogo y a programar el encuentro de este miércoles entre el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, y la 'consellera' de Presidència, Laura Vilagrà. Sin embargo, más allá de recuperar la normalidad institucional, a un año vista de las elecciones municipales y autonómicas y poco más para las elecciones generales, resulta difícil creer que con el anunciado encuentro entre Sánchez y Aragonès se puedan producir avances significativos en un ningún terreno porque el PSOE, en un momento de debilidad como el que vive, no se prestará a aparecer como un Gobierno que hace concesiones al independentismo. Con el regreso a la interlocución habrá escenificación e incluso, como suele suceder, habrá promesas pero pocos resultados

Por desidia y partidismo se ha perdido una oportunidad de oro para afrontar algunos de los problemas estructurales que alimentan los discursos del agravio en Catalunya y para minimizar los efectos judiciales del 'procés'. El frente judicial sigue siendo una herida abierta y el Gobierno ni siquiera ha cumplido el compromiso de reformar el delito de rebelión del Código Penal. La situación de Carles Puigdemont y del resto de huidos así como los recursos europeos siguen siendo una patata caliente y la resolución de los juicios pendientes así como las decisiones del Tribunal de Cuentas puede acabar elevando de nuevo la temperatura en Catalunya. Sobre todo si, efectivamente, las elecciones del pasado domingo acaban abriendo un nuevo ciclo en la política española que lleve al PP de nuevo a la Moncloa, solo o acompañado. Pero ese ya no será el problema del PSOE, aunque sí del PSC.

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