Victoria progresista

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Vuelco histórico en Colombia

Dentro del nuevo viento a favor de la izquierda que sopla en América Latina, el presidente electo se distingue por su realismo

Gustavo Petro nuevo presidente de la república para el periodo 2022-2026

Gustavo Petro nuevo presidente de la república para el periodo 2022-2026 / Carlos Ortega

La elección de Gustavo Petro para que presida Colombia a partir del 7 de agosto supone un verdadero vuelco en la azarosa historia del país, que suma dos siglos de jefes de Estado conservadores o liberales. Ha saltado por los aires esta alternancia en el poder, pero también la muy extendida creencia en la naturaleza acomodaticia de la sociedad colombiana y su desinterés crónico por la política, desilusionada por el imperio de la violencia, el periódico desafío del narcotráfico y las desigualdades siempre en aumento. Frente a todo ello, ha prevalecido la movilización popular, muy dinámica en 2019 y 2021 ante la desastrosa gestión de la crisis social hecha por Iván Duque, presidente saliente, y la propuesta socialdemócrata de Petro, tan decidido a forjar su figura de líder reformista como a distanciarse de todo asomo de radicalidad. El matiz es importante porque dentro del nuevo viento a favor de la izquierda que sopla en América Latina, las diferencias son notables y Petro se distingue por su realismo. 

Desde que en 1949 fue asesinado el intelectual y político Jorge Eliécer Gaitán y estalló el 'bogotazo', los errores propios y la represión impidieron a la izquierda tener en las instituciones una voz reconocible. La proliferación de movimientos guerrilleros -Petro militó en el M-19-, la actividad de las FARC durante más de medio siglo y la intimidación, cuando no el asesinato de figuras de pensamiento progresista, impidieron a la izquierda disputar el poder al 'establishment'. Una mezcla de desconfianza ante los discursos renovadores y de sensación de impotencia dio como resultado una abstención endémica en cada convocatoria electoral. En la del domingo, en cambio, la participación alcanzó el 58% y Petro aventajó en 700.000 votos a su adversario, el empresario Rodolfo Hernández, tan parecido en sus propósitos a Donald Trump y Jair Bolsonaro.

Tan infrecuente movilización solo se explica por la esperanza del electorado de izquierdas de, por fin, saborear el triunfo, y por el temor conservador de perder la presidencia: la participación hizo posible la victoria de Petro, pero también el buen resultado obtenido por Hernández, un 'outsider' de la política. Los resultados devuelven la imagen de una sociedad profundamente fracturada en la que pervive la división por la paz sellada con las FARC por el presidente Juan Manuel Santos y en la que, de forma más difusa, pero no menos efectiva, el expresidente Álvaro Uribe, muy conservador, mantiene su influencia en todos los ámbitos de la política y de la economía. 

La mejor carta de presentación de Petro es su conocimiento en detalle de las características de una sociedad extremadamente dual, con bolsas de pobreza lacerante y desequilibrios enquistados. Sabe cuál es la textura social de Colombia no tanto por su militancia guerrillera de juventud como por su desempeño como alcalde de Bogotá (2012-2015), pero tal cosa no remedia el recelo de las élites, que temen que el capitalismo social o capitalismo eficaz que predica el presidente electo erosione a la larga algunos o muchos de sus privilegios. Se prevén días difíciles, pero también intensos políticamente: Petro carece de fuerza suficiente en el Parlamento para sustentar su programa, y deberá echar mano de la destreza demostrada durante sus años de senador para sacar el mejor partido de un Congreso dividido, sin un líder de la oposición definido y donde no es imposible que pesque los apoyos necesarios para sacar adelante su agenda.