Artículo de Xavier Martínez-Celorrio

Alternativas a tanta anomia y desencanto

En la desesperanza de nuestros jóvenes también influye un clima mediático trumpista que vende catastrofismo y niega un debate objetivo sobre lo positivo

Los casos de depresión e intento de suicidio de adolescentes saturan los servicios de salud mental

Los casos de depresión e intento de suicidio de adolescentes saturan los servicios de salud mental

Xavier Martínez-Celorrio

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En sociología, el mejor predictor de cómo es la sociedad en la que vivimos se refleja en cómo son y piensan sus jóvenes y adolescentes. Son mucho más que un grupo de edad en transición hacia el mundo adulto. Más bien actúan como una esponja que absorbe los valores y las prácticas de esa sociedad y, al succionarlos, rebosa una espesa espuma de jabón que nos desconcierta. Es decir, los jóvenes y adolescentes radicalizan al máximo las tendencias, los problemas y los ítems de la sociedad adulta en la que se están socializando. 

El 44% de los jóvenes españoles manifiesta tener o haber tenido ideas suicidas, nos dice un reciente informe. Algo estamos haciendo muy mal. Es un titular terrible pero que ha recibido una respuesta social, política y mediática mínima. Otras noticias desastrosas la han tapado. Y más en un país como el nuestro donde predominan, por un lado, el tabú católico a hablar de la salud mental y, por otro, el peso de la prensa de derechas que impone con fuerza el marco de lo que hay que hablar y escandalizarse. 

Buena parte de la prensa y las televisiones han mutado en transmisoras de ansiedades y pánicos colectivos por su avalancha de malas noticias y titulares catastróficos. El triple 'shock' de la pandemia, la guerra y la inflación contribuye a ello. Escenario perfecto para que lo negativo venda más que nunca. 

De hecho, las ciencias cognitivas han descubierto que las personas prestamos siempre más atención a lo negativo como una autodefensa de supervivencia y un aprendizaje continuo de la precaución. Siempre hay que conocer lo malo y estar en alerta. Lo bueno queda en segundo plano. El gran cambio es que el sobreconsumo de lo negativo en la pospandemia ha derivado en desilusión, desconfianza, conformismo y parálisis. "Todo es relativo y malévolo, nadie es creíble, cada uno mira por lo suyo y nada se puede hacer para evitarlo". Toda una definición de la anomia y el desencanto nihilista que nos venden y que nuestros jóvenes y adolescentes absorben como banderas generacionales

Es urgente darle la vuelta a este marco tóxico, hay otro relato progresista que puede elevar la autoestima colectiva

El marco que las izquierdas no contrarrestan es que todo está perdido y que no hay futuro ni energías para valorar lo positivo y defenderse ante tanta hostilidad. La frustración implosiona por dentro, no por fuera, y los intentos de suicidios juveniles, las autolesiones y el consumo de ansiolíticos se disparan. Ese estado de ánimo y de desencanto en parte es contextual. Pero también es inducido por el clima mediático trumpista de ciertos medios que, aunque en caída libre de audiencias, ejercen un papel activista y de educadores ideológicos de la opinión pública.

En especial, los grandes medios de derechas se han obsesionado con recuperar el poder para el PP, aunque sea blanqueando a Vox y justificando el bloqueo de las instituciones. Blanquean lo reaccionario y bloquean la democracia liberal saltándose las normas constitucionales con total impunidad. Juegan sucio y encima les siguen votando. 

Este ambiente anómico, decepcionante y desobediente también es un socializador que muchos jóvenes imitan y replican. Tanto fatalismo es combustible para que cundan sus ideas suicidas, extremas o abstencionistas. Y más cuando salen (y salimos) agotados por una larga pandemia y ahora nos golpea una guerra desquiciada.

Es urgente darle la vuelta a todo este marco trumpista y a su paternalismo tóxico y negativo. Porque hay otro relato alternativo y progresista que es democrático e igualitario, que cuida de los más débiles, que apuesta por la educación y la cultura y que avanza en derechos laborales y sociales. Es una 'amenaza' porque ensancha los horizontes y puede elevar la autoestima colectiva. Por eso hay que silenciarlo haciendo mucho ruido para que no levante cabeza y se acompleje. 

Puede que la alternativa progresista sea imperfecta por no lograr el máximo bienestar que promete, pero es firme en la defensa del diálogo, la tolerancia y el reparto más justo de la riqueza. Todo lo contrario a la distopia reaccionaria y neoconservadora que nos presentan con piel de cordero. Aunque esta haga disparar los suicidios juveniles y romperles su futuro.

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