La hoguera | Artículo de Juan Soto Ivars

¡Viva La Manada!

La palabra nos pertenece aunque permitamos que se nos arrebate, me gusta que la escuela de teatro saque pecho y se la apropie

Un teatro vacío.

Un teatro vacío. / EPC

Juan Soto Ivars

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Se viraliza por las redes una foto del cartel de una escuela de teatro de Madrid que se llama "La Manada". El anuncio dice: "¿Tu hija sueña con ser actriz? Artes Escénicas La Manada". Entro a la web y la diversión involuntaria continúa: sobre una foto de una mujer llorando a lágrima viva, el texto "Título en arte dramático". Las palabras se contaminan como las tierras yermas tras una explosión termonuclear. Las metáforas y las inducciones no son propiedad de los poetas: las carga el diablo a sus espaldas. Después de los hechos de San Fermín de 2016 y la tormenta de sensacionalismo mediático que hizo célebre el nombre que aquel grupo de violadores usaba para comunicarse por 'Whatsapp', las manadas ya no remiten a apacibles leones despatarrados.

Pero pasa que esta escuela lleva abierta desde 2012, y es muy buena, según se cuenta. Preparan actores para el duro ingreso en la Resad, la escuela de arte dramático más importante de España. Así lo han recordado los dueños de la escuela en Twitter, atropellados repentinamente por una viralidad que no les había salpicado hasta el momento, y que se les insinúa ahora como las ruedas dentadas de una máquina homicida. Hay gente que les contesta comprensivamente, pero también salen santitos de palo que les acusan de lucrarse sin importarles el sufrimiento de una víctima. Estos últimos, se conoce, traen el teatrillo puesto. Gente-Opereta, siempre preparada para la declamación.

Si un grupo de cinco individuos pisoteó la palabra con la que habíamos designado a las mansas bestias que pululan entre baobabs, no veo por qué no puede recuperarla para todos nosotros una pequeña escuela de teatro de Madrid. La palabra nos pertenece aunque permitamos que se nos arrebate. Me gusta que la escuela saque pecho y se la apropie, que defienda su uso. Dicen: "En 2012 elegimos nuestro nombre pensando en el arte como un esfuerzo cooperativo donde cada individuo sale adelante gracias a los demás, entendiendo el hecho teatral como acto grupal. En el teatro la fuerza reside en la palabra y no quisimos que nos arrebataran su significado".

¿Se puede tener más razón? Lo dudo. La tienen, y esta polémica viral -a la que no le niego la diversión, yo mismo no puedo mirar ese cartel sin soltar una carcajada perversa- es sin embargo una gran oportunidad para rescatar una palabra que nos secuestró un puñado de cabrones. Así que, ¡viva el teatro, y viva La Manada!

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