El último salto
El yo se va administrando en dosis a lo largo de la infancia. Ese yo inyectado tiene, como cualquiera otra medicina, sus efectos secundarios y su respuesta individual, de ahí las diferencias de caracteres
Juan José Millás
Escritor.
Juan José Millás
En una reunión familiar, alguien saca un álbum de fotos en las que aparezco de joven.
–Ese eres tú –dice uno de mis hijos.
–No –respondo–. Yo estaba ahí, en ese cuerpo, pero ese no era yo.
De súbito, he caído en la cuenta de que el cuerpo es un territorio geográfico, tan territorio y tan geográfico como Tenerife, por mencionar una isla. Yo estaba en ese territorio, vivía en ese territorio que aparece en el álbum como ahora vivo en el actual, que poco o nada tiene que ver con aquel. El yo ha ido saltando de un territorio a otro. Las células de mi cuerpo se han ido renovando. Lo que me parece un milagro es la continuidad del yo a través de todos esos cambios geográficos. Al final de su vida un hombre ha viajado de un cuerpo a otro sin cesar. ¿Qué tiene que ver el cuerpo en el que vivimos a los diez años con aquel que ocupamos durante la adolescencia? Yo se lo digo: nada. No tienen que ver nada el uno con el otro como no tiene que ver nada Italia con Suecia. En Suecia hace más frío y menos sol.
Ahí vivía yo, pues, en ese cuerpo que vemos en la foto del álbum familiar. Hay otra en la que aparece un bebé que, según me informan, también era yo. Pero ahí, en ese bebé, no había yo. Ahí no estaba todavía yo. Ahí no había nadie, de hecho. El yo se va administrando en dosis a lo largo de la infancia. Te dicen que eres alto, guapo, listo, torpe, gordo, flaco, desobediente, te dicen que te pareces al abuelo, al tío que hizo las Américas, etcétera, y de este modo, poco a poco, te vas tragando el yo como el que se toma tres cucharadas de jarabe al día. Ese yo inyectado tiene, como cualquiera otra medicina, sus efectos secundarios y su respuesta individual, de ahí las diferencias de caracteres: de todo ese cúmulo de interacciones entre lo que recibes y el modo de digerirlo.
Yo estaba en ese cuerpo, en fin, vivía en ese cuerpo como el que vive en Madrid o en Valencia. Y de ese cuerpo de la foto fui saltando a cuerpos sucesivos que me condujeron al que ocupo actualmente y que es tan provisional como los anteriores. Tarde o temprano seré desalojado de él como un okupa. En el último salto, el que coincide con la muerte, el yo se volatiliza, se evapora, se desvanece, se disipa. Y eso fue todo.
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