El significado de extrañar
'Corazón contento', esa canción mal entendida, me parece ahora el himno de ese estado de perplejidad constante en que vivimos cuando somos niños, cuando tantas cosas son nuevas
Cuando me mudé a vivir a Barcelona, una de mis ilusiones era tener un balcón. Ahora que tengo dos, me he dado cuenta de que mi relación con ellos cambia según el momento del día.
Por las mañanas, el balcón de mi estudio se abre a los sonidos de un barrio que despierta. Poco antes de las nueve, llegan las voces de los niños camino de la escuela. Después entran voces de vecinos, ruedas de maletas camino de la estación, carretillas de reparto. También sierras radiales. Vivo en la intersección de dos calles muy cortas, pero poseídas por una actividad renovadora frenética; no recuerdo un día laborable sin obras desde que vivo aquí. Eso sí, cuando acaben (ja, ja, ja), esta parte del barrio va a quedar niquelada.
Los mediodías los sonidos del balcón se amortiguan, sobre todo en verano. Por las tardes, tengo la sensación de que las conversaciones cambian de carácter, por lo menos los fragmentos que capto me dejan siempre más intrigada. Hay veces en que me gustaría ir detrás de algunas de las personas que pasan por debajo de mi balcón para saber cómo sigue la historia que van contando. En esos momentos, me encanta tener un balcón tan indiscreto. En cambio, por la noche muchas veces fantaseo con una manguera con la que ahuyentar a los clientes gritones de un karaoke mal insonorizado casi justo debajo de casa.
Pero, por lo general, agradezco tener este balconcito a la calle. Porque justo cuando me disponía a empezar a escribir estas líneas, un sonido habitual, y a la vez extraordinario, me hizo cambiar mi plan y mi tema iniciales.
Mientras encendía el ordenador, pasó por debajo de mi balcón un hombre que suele recorrer el barrio en una bicicleta. En el cestito lleva un altavoz en el que va sonando alguna canción, generalmente romántica. Lleva también un micro en la mano y de vez en cuando canta partes de la canción, sobre todo los estribillos.
Durante semanas solía pasar cantando 'Somos novios', de Armando Manzanero, pero hoy era una canción de Dyango. No la conocía, pero el ciclista cantante repetía al micro las palabras 'Te extraño'. La he buscado en internet, sobre todo para asegurarme que no me equivocaba con lo de que la otra voz era la de Dyango. Y entonces caí en el verbo “extrañar”, usado en el sentido de “añorar”. Porque me ha recordado otra canción, también viejuna, en la que aparece este verbo con este significado. Era 'Corazón contento', de Palito Ortega, pero que yo conocí en la versión de Marisol. Igual les suena, la de “Tú eres como el sol de la mañana que entra por mi ventana”.
Esta canción sonaba mucho cuando era pequeña y recuerdo haberla cantado. Bueno, quizás solo canturreado, porque era muy tímida y cantar siempre me dio mucha vergüenza. De mayor, perdidas ya algunas inhibiciones, la he berreado a dúo en un karaoke en Madrid.
Cuando era pequeña me gustaba mucho la canción, me gustaba la música, la voz de Marisol y también la letra, aunque había una parte que se me escapaba. Era la parte que empezaba así: “Si tú no estás, yo no tengo alegría”, algo comprensible, ya que la canción afirmaba que alguien era como el sol de la mañana. Un sol agradable, acariciador, alegre. No el sol de un mediodía de agosto en la plaza de la estación de Sants. Así que hasta aquí bien, si te falta el sol de la mañana, pues es normal que te falte también la alegría. El problema era lo que venía después, cuando decía: “Yo te extraño de noche, yo te extraño de día.” Ahí empezaba mi confusión, porque solo conocía un significado de la palabra “extrañar”. En realidad, la palabra “extrañarse”, es decir, sorprenderse o, subiendo el grado de admiración, maravillarse.
De modo que cuando la cantaba –o la canturreaba, ya he dicho que era una niña muy tímida– mi versión era en el fondo mucho más interesante y misteriosa, porque hablaba de alguien que se extrañaba sin parar, de noche y de día. Alguien que vivía en un constante estado de asombro, una interpretación mucho más acorde a mi edad, ya que en la infancia se añoran pocas cosas, pero hay tantas que nos sorprenden, que esa canción mal entendida, me parece ahora el himno de ese estado de perplejidad constante en que vivimos cuando somos niños, cuando tantas cosas son nuevas. Después, ahora, de adultos, entendemos el otro sentido y no nos queda más que extrañarlas.
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