Suerte del diálogo social
La sintonía entre patronales y sindicatos ha resultado fundamental para transitar por los dramáticos años de la pandemia
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Incluso el mejor de los escenarios nos habla de unos tiempos inmediatos de enorme complejidad. La guerra de Ucrania, las rupturas en las cadenas de suministro y la desbordada inflación nos alcanza con unos equilibrios económicos muy frágiles y unas sociedades aún sacudidas por la pandemia. Ante ello, la política tradicional, diezmada desde la crisis financiera de la pasada década, se muestra desorientada y, a menudo, incapaz de responder al momento.
En este contexto, en los próximos meses la prioridad será repartir equitativamente los costes de la inflación entre los diversos perceptores de rentas: trabajadores, pensionistas, funcionarios, empresarios y beneficiarios de ayudas públicas. O, dicho de otra manera, encontrar un punto de equilibrio entre estabilidad macroeconómica, equidad social y competitividad de nuestro tejido productivo. Un objetivo al que debemos aspirar pese a que, enmarañados como andamos, pueda sonar a música celestial.
En ese empeño común, el gran activo del que disponemos en nuestro país es el diálogo social. La sintonía entre patronales y sindicatos ha resultado fundamental para transitar por los dramáticos años de la pandemia; pactando ayudas y mecanismos de flexibilidad, así como alcanzando acuerdos que se convirtieron en reformas legislativas, indispensables para el país y que los partidos por sí solos no hubieran conseguido consensuar. Unos hábitos que parecen haberse consolidado entre nuestros agentes sociales y que resultarán más trascendentales que nunca, ante la creciente radicalización y fragmentación política.
Un buen momento para recordar cómo, hasta hace poco, se insistía en que una economía tan abierta y dinámica como la que habíamos construido en las últimas décadas, no necesitaba de patronales y sindicatos; que se habían convertido en una reliquia del pasado; que habían perdido toda su razón de ser. Otras de las memeces que alimentaron esta globalización tan imperfecta.
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