Debate

Cara a cara | Contra la prostitución, una anomalía democràtica

La explotación sexual de mujeres y niñas es uno de los negocios criminales más lucrativos del mundo convertida en industria global que se nutre de la trata y el aumento constante de las desigualdades

Varias mujeres participan en la manifestación convocada en Madrid por asociaciones feministas en defensa de los derechos de las mujeres, contra la ley trans que impulsa el Ministerio de Igualdad y a favor de abolir la prostitución, el pasado 23 de octubre de 2021 en Madrid.

Varias mujeres participan en la manifestación convocada en Madrid por asociaciones feministas en defensa de los derechos de las mujeres, contra la ley trans que impulsa el Ministerio de Igualdad y a favor de abolir la prostitución, el pasado 23 de octubre de 2021 en Madrid. / EFE / ZIPI

Silvia Carrasco

Silvia Carrasco

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La existencia de la prostitución es una anomalía democrática. Las mujeres nunca podremos disfrutar de la plena ciudadanía mientras se considere aceptable y se transmita a las generaciones jóvenes que los hombres pueden acceder sexualmente a los cuerpos de las mujeres a cambio de dinero. Por eso, abolir la prostitución es una reivindicación histórica del movimiento feminista desde sus inicios en la lucha por la igualdad. Porque la prostitución es violencia sexual institucionalizada contra las mujeres empobrecidas y resulta insultante hablar de consentimiento cuando se trata de sobrevivir.

La explotación sexual de mujeres y niñas es uno de los negocios criminales más lucrativos del mundo, junto al comercio de armas y drogas, convertida en industria global que se nutre de la trata y el aumento constante de las desigualdades. Su marketing es la pornografía, que erotiza el sometimiento y el sufrimiento de las mujeres y las reduce a objetos sexuales, siendo consumida a edades cada vez más jóvenes.

Se calcula que existen unas 300.000 mujeres explotadas sexualmente en España, el principal consumidor europeo de prostitución y turismo de explotación sexual y el tercer destino mundial de tráfico de mujeres con fines de explotación sexual. El territorio del Estado está plagado de lo que las supervivientes de la explotación sexual, como la activista Amelia Tiganus, califican de auténticos campos de concentración de mujeres de todo el mundo permanentemente disponibles y obligadas a soportar cualquier forma de violencia sexual. En macro-burdeles, pisos, carreteras y rotondas, las mujeres son inducidas a consumir drogas para poderlas seguir explotando. La investigadora Ingeborg Kraus ha mostrado cómo, además de las secuelas físicas, y una esperanza de vida inferior a la media, las mujeres prostituidas sufren el mismo nivel de estrés postraumático que los soldados en primera línea del frente, solo soportable por una disociación permanente de su yo.

Ante la prostitución la posición conservadora tradicional estigmatiza a las mujeres y la prohíbe hipócritamente mientras la tolera, manteniendo el privilegio masculino. La posición neoliberal y posmoderna la quiere regular, convirtiendo a los explotadores proxenetas y puteros en empresarios y clientes, con la ficción del “trabajo sexual”.

El movimiento feminista, en cambio, propone proteger a las mujeres, con recursos que reparen los daños sufridos como víctimas de violencia sexual, perseguir y desmantelar el proxenetismo y desactivar la demanda con medidas administrativas, educativas y penales. Es una cuestión de Estado: Alika Kinan denunció a su proxeneta por la explotación y al Estado argentino por haberla desprotegido como ciudadana y como víctima. Y ganó el juicio.

La Plataforma Estatal de Organizaciones de Mujeres por la Abolición de la Prostitución (OOMM-PAP) ya tiene una propuesta: la Ley Orgánica Abolicionista del Sistema Prostitucional (LOASP).Para exigir que esta propuesta sea ley, más de 7000 personas de todo el territorio nos manifestamos en Madrid el pasado 28 de mayo.

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