La ronda no es redonda
Superemos el artificio administrativo de la Barcelona de río a río y aceptémonos como una ciudad marítima y metropolitana
Alejandro Giménez Imirizaldu
Arquitecto por la ETSAB, profesor de urbanismo de la Universitat Politècnica e investigador del Laboratori d’Urbanisme de Barcelona.
Alejandro Giménez Imirizaldu
El aforismo de Josep Bohigas sirve para desmontar un cliché. Ronda de Dalt y Ronda Litoral. La odonimia no es casual. Barcelona no es redonda. Es una ciudad costera entre dos deltas y dos condiciones originales en conflicto: fortaleza o mercado. Protegerse o darse a los demás. No se funda con ánimo de ombligo patrio. Surge como asentamiento afortunado entre Tarragona y Empúries, posta, intersección de caminos. Cardus y Decumanus. Caído el imperio, la cruz romana asciende a los cielos góticos y la ciudad medieval se contorsiona durante siglos entre murallas hasta la apertura ilustrada y borbónica de la calle Ferran. Nuevo cardo cartesiano y germen de la gentrificación. Si eras alguien en 1820 ibas a vivir a Fernando. Aceras, lámparas de gas, sombreros, modas de París. Escaparates y cafés: la internet del siglo XIX. Gran de Gràcia y Travessera. Sant Joan y Gran Via, Cambó y Laietana. Cruces y más cruces. Nadie se ha santiguado tanto como nosotros.
Barcelona tampoco funciona como un organismo central en un territorio neutro, según podría inferirse por la aparente uniformidad de nuestro Eixample. Los estudios sobre el 'Plano de la Ciudad de Barcelona y su Proyecto de Reforma y Ensanche' se han centrado en destacar sus virtudes sistémicas: el innegable poder de la razón que contiene su base teórica, la indiscutible solvencia de los estudios previos, la tenacidad del autor contra las circunstancias, la potencia del artefacto sobre el territorio, la capacidad de integración de diversas funciones y programas, su resiliencia ante los embates de egos arquitectónicos, políticos, económicos y de distintas crisis de la historia. La épica cervantina de un genio y su topógrafo plantando estacas cada 133 metros entre campos de cereal, por convicción y sin encargo. Cada casa tendrá su árbol, su acera, su rato de sol, su cuota de brisa, tranvía, fuente y alcantarilla. La 'égalité' revolucionaria francesa llevada a la forma urbana. El Ensanche es el rasgo más significativo de la ciudad de Barcelona y uno de los sistemas más extensos, exitosos y estudiados del mundo. Pero a Cerdà le importaba poco la idea de límite. Los caminos existentes, las parroquias rurales, los accidentes del territorio, los ríos, representan en sus textos y dibujos poco más que incordios. Su Ensanche aspira a un arquetipo infinito.
Las ramas verticales y fluviales de las Rondas tienen menos relevancia que los tramos Dalt y Litoral en los esquemas de movilidad. Pasan menos coches. ¿Qué significa eso?
Que la ronda no es redonda, contra los afanes de circunvalar Barcelona tras Cerdà: Léon Jaussely en 1914, el Plan Comarcal en 1953 y a pesar del exquisito trazado de Bernardo de Sola en los ochenta, dibujos CAD dignos de un museo. Kenneth Frampton, de visita en el 92, sentenció aquel esfuerzo sobremotivado: “So? It’s just a highway” -mucha alforja para una simple autopista. Conviene repasar hoy, por indicación de Josep Antoni Acebillo, el libro de Pere Riera 'Rentabilidad social de las infraestructuras: las rondas de Barcelona' para tomar conciencia del coste - 120.088,77 millones de pesetas, más de la mitad de la factura olímpica. Es un texto más profuso en explicaciones que en externalidades.
¿Qué más?
Que no vivimos en un sistema uniforme, isótropo ni perfecto. Los autobuses dan cuenta: tarde o temprano van a toparse contra un pueblo, Gràcia, Hostafrancs, Sant Martí, Sant Andreu... contra un borde, una excepción. Ferias, industrias, hospitales, pistas deportivas, cárceles, universidades, mataderos y cementerios forman recintos de castidad urbanística. Nos retan a abrir y extender calles amables y promiscuas hasta los límites metropolitanos, donde hay solares y formas de ciudad menos acabadas que permitirían introducir vivienda pública y de alquiler. Para que la mejora no empeore: para no expulsar a los vecinos vulnerables.
Superemos este artificio administrativo de la Barcelona de río a río y aceptémonos como una Barcelona marítima y metropolitana.
Nuestra ciudad es un huso, funciona con dinámicas litorales fortísimas, alimentadas, sí, por sus cuencas fluviales. Un organismo que se extiende desde las costas del Garraf hasta Montgat. Una Barcelona de roca a roca.
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