Festival de música internacional de Barcelona

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Cinco años más de Primavera

Parece que ha acabado cayendo por su propio peso que a Barcelona le interesa acoger el festival y a este, seguir vinculado a la marca internacional de la ciudad

Primavera Sound

Primavera Sound / MANU MITRU

A la vigésima edición del festival Primavera Sound la seguirán al menos cinco más, si se confirma la firma del acuerdo con el Ayuntamiento de Barcelona, anunciada por los organizadores para los próximos días, con el que se renovará el alquiler del espacio del Fòrum al menos hasta junio de 2027. La mejor conclusión posible para 12 días de música no es ni el éxito de público, con 460.000 visitas, ni que se corrigiesen los problemas organizativos de la noche inaugural, ni el impacto económico positivo para la ciudad, que los responsables del Primavera cifran en 349 millones, ni el paso por la ciudad de nombres como Nick Cave, Dua Lipa, The Strokes, Beck, Mavis Staples, Lorde o el regreso de Antònia Font, sino el anuncio de la consolidación del festival en la ciudad donde nació y creció.

La bomba estalló el pasado diciembre, cuando el codirector del Primavera, Gabi Ruiz, planteó la posibilidad de trasladar el festival a Madrid si el Ayuntamiento de Barcelona no aceptaba consolidar el formato prolongado a dos semanas de la edición de este año, con 640 conciertos planteados como una forma de compensar los años de crisis pandémica. Tras el anuncio de que el de 2023 sería una edición bicéfala, repartida entre el Parc del Fòrum y el rockódromo de Arganda del Rey, hasta hace solo una semana desde el Primavera (que no desde el Ayuntamiento) aún se esgrimía la posibilidad de que esta solución de compromiso fuese solo una tregua que pudiera desembocar en una mudanza completa.

Las reticencias a repetir el formato doble en Barcelona ya han sido asumidas por el Primavera. Y según los organizadores del festival, el acuerdo será posible por la buena disposición mostrada por parte de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, a solucionar los tres problemas que quedarían en pie: garantizar que las fechas se mantengan en junio, para tener buen encaje con los calendarios de las giras europeas de los artistas internacionales; tener un único interlocutor y que se solucione el debate con el Ayuntamiento de Sant Adrià sobre el aforo de la parte del recinto situada en su término municipal. Pero ni estas tres dificultades parece que tengan la envergadura suficiente para justificar la crisis de estos meses, ni la buena voluntad de la alcaldesa de Barcelona puede garantizar su solución (máxime cuando la de Sant Adrià ha insistido que en lugar del aforo de 30.000 personas en su sección del Fòrum, que reclaman los organizadores, preferiría incluso reducir los 15.000 de este año).  

Parece más bien que finalmente, en lo que el codirector del festival, Gabi Ruiz, definió como «un tema de voluntades», más que cesiones, contrapartidas o exigencias, ha acabado cayendo por su propio peso que a Barcelona le interesa mantener aquí el Primavera, y que a este le interesa seguir asentado en Barcelona, con su marca internacional y capacidad de atracción de visitantes.

En los momentos en que desde el festival se ha querido tensar la cuerda, uno de los argumentos esgrimidos ha sido la falta de aprecio, estima o interés por parte de la administración municipal. La insistencia del consistorio en asegurar un futuro barcelonés para el Primavera, sea en exclusiva o, como acabará siendo en 2023, en un formato compartido con la localidad madrileña de Arganda del Rey, no parece confirmar esta impresión. Sí es cierto que entre las prioridades del ayuntamiento está hacer que el Primavera, con toda su aportación al sector turístico, a su imagen internacional y a la agenda musical de la ciudad, conviva también de la forma más compatible posible con las inquietudes de los vecinos en materia de ruido, transporte público o limpieza. Y así debería seguir siendo