No, no y no
Negarse a hacer cosas que otros desean que hagas debe de ser una agradabilísima fuente de placer. Ahora bien, ¿cómo dominarla? Para mí constituye un misterio
Parece sencillo decir "No", y quizá durante una época de la vida realmente lo es. A los siete años ninguna palabra te sale tan natural. Mi hija dice 'No' once veces y media al día, casi todas a su padre. Algunos días pasa delante de mí y pienso: ahí va la Doctora No. Con el tiempo, por desgracia, esa facultad se resiente. Yo ya soy prácticamente un inútil del "No". Algunas noches lo ensayo mentalmente para no dudar en rechazar lo que sea que alguien me proponga. Al llegar la hora, sin embargo, la palabra se me hace larguísima, y en el último segundo la reemplazo por otra, una que ni siquiera es sinónima, como "Nnnnsí".
Imposible no admirar a la gente que dice "No" a secas, sin explicaciones, y todo el tiempo. En el año 1956, el escritor norteamericano E. B. White recibió una invitación para unirse a una organización de científicos, artistas e intelectuales que apoyaban la reelección del presidente Dwight Eisenhower, y en su respuesta se limitó a escribir: "Debo declinar por razones secretas". Qué belleza, ¿verdad? Negarse a hacer cosas que otros desean que hagas debe de ser una agradabilísima fuente de placer. Ahora bien, ¿cómo dominarla? Para mí constituye un misterio. Esta semana estaba en mi estudio, y Helena en su habitación, sola, montando un lego, cuando le oír decir "No" sin venir a cuento. Me levanté y fui a averiguar qué pasaba. "No, ¿qué?", pregunté desde la puerta. "Es que pensé que me habías dicho algo", respondió, ejecutando sin querer una obra maestra de la negativa: el "No" por si acaso.
Quienes formamos parte de la mayoría nefasta que no sabe negarse rotundamente a cualquier cosa, vemos un triunfo en decir "No sé", "Ya veré", "Dame unos días". Te conformas con postergar lo inevitable, en una tentativa desesperada de retrasar el "Sí", mientras sueñas que, entretanto, aprendes al fin a decir "No" rápidamente, sin sentirte mal por ello. Ese "Ya veré" o "No sé" representa un avance; ficticio, eso sí. Recuerdo cuando hace unos años contactó conmigo un desconocido que deseaba enviarme su manuscrito. Yo prefería que no lo hiciese, pero al final, entre unas cosas y otras, le di mi dirección. Apenas llegó, me conjuré para no leerlo. "Usaremos las hojas para encender la chimenea", le dije a mi pareja, aunque los dos sabíamos que no tenemos chimenea. Al poco me escribió otra vez el autor: "¿Lo has leído? ¿Te ha gustado?". Pensé que acababa antes leyéndolo que admitiendo que no lo había leído ni me apetecía. Y así siempre.
Liberarse del peso de decir "Sí" por compromiso, por miedo a que piensen que eres un imbécil, o un arrogante, vuelve más liviana, inteligente y lógica la vida. No importa si te equivocas. Un "No" siempre es un "No". Pasa mejor a la historia que un "Sí". Su recuerdo queda durante más tiempo en el aire, como cuando André Gide dijo "No" a la publicación de 'En busca del tiempo perdido'. O como la ocasión en que Ian Fleming sugirió para el papel de la versión cinematográfica de 'Dr. No' a su colega Noel Coward, y este, según la leyenda, respondió "¡No! ¡No! ¡No!".
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